sábado, octubre 31, 2009
jueves, octubre 22, 2009
martes, octubre 06, 2009
POR UNOS ZAPATOS DE MUJER COLOR ROJO
POR UNOS ZAPATOS DE MUJER COLOR ROJO
Carlos Zerpa
Giovanni estaba verdaderamente enamorado de Gabriella, de hecho en tan solo tres meses de amores ya se habían comprometido para el casamiento y esto tenía felices a toda la colonia italiana, los amigos veían a los dos tórtolos y los llamaban los G - G, por esa coincidencia de que ambos nombres de los jóvenes amantes comenzaban con esa letra.
En todos los lugares se les veía juntos y aunque se amaban apasionadamente Gabriella continuaba siendo virgen y así llegaría al matrimonio. Giovanni aunque era desde ya uno que había tenido muchas amantes y experiencias bajo de las sábanas, la respetaba y esperaba la primera noche nupcial, para hacer el amor con su amada, en la luna de miel que estaba programada con una buena vuelta por Italia… Roma, Nápoles, Sicilia, Siena…
Giovanni fue en la ciudad de Maracay, a comprar unos amortiguadores para su carro que no se conseguían en Valencia y se encontró con Nino su viejo amigo de niñez, que había hace poco regresado de Italia. Ya con los amortiguadores en la maleta del auto y a causa del encuentro con Nino, el hambre y el calor intenso de la ciudad fueron a comer en la “Trattoria Nonna Gigia” y a tomarse unos tragos para recordar viejos tiempos.
Entre risas, tomando vino y gratos recuerdos de pronto apareció en la Trattoria una mujer despampanante, como esas modelos que se ven solo en las revistas o en la televisión, saludo afectuosamente a Nino y le fue presentada a Giovanni.
Eso fue amor a primera vista como dicen. Para no hacer tan larga la historia les diré que entre besos, tragos y caricias Giovanni y Francesca se escaparon del lugar dirigiéndose al estacionamiento de la Trattoria, se metieron en el automóvil y en el asiento de atrás del carro se desvistieron y dieron rienda suelta a su desenfrenada pasión, una y otra vez hasta quedar exhaustos.
Estaban abrazados y viendo como la tarde se convertía en noche, cuando de pronto Giovanni miró el reloj y recordó que le había prometido a su futura suegra la señora madre de su prometida Gabriella, que él la iba a llevar al aeropuerto para que tomara su avión con destino a la isla de Margarita, esa noche. ¿Esa noche? Porca la miseria, solo quedaban pocas horas para salir de Maracay, llegar a Valencia, buscar a la suegra y llevarla al aeropuerto para que no perdiera el vuelo, puttana Eva…. Le dio un beso a Francesca, le dijo que su padre estaba enfermo, que el cane no tenía comida, que no, que sí y prácticamente la sacó a empujones del carro, aceleró al máximo, salió del Estado Aragua, entró al Estado Carabobo pasó al lado del lago, atravesó la ciudad de Valencia, abrió la guantera y sacó un frasco de agua de colonia que siempre tenía para limpiarse las manos, prácticamente se dio un baño de perfume para disipar cualquier olor que lo inculpara.
Llegó justo a tiempo y ya su suegra y su prometida lo estaban esperando en la puerta de su quinta, Gabriella se montó delante con él, le dio un beso y le dijo que se había puesto mucho perfume, la suegra se sentó en la parte de atrás con su maleta de viaje.
Acelerar de nuevo velozmente rumbo al aeropuerto, explicándoles que venía de Maracay y la cola de carros estaba fuerte por el volcamiento de una gandola, el aire acondicionado del carro se apagaba y prendía solo, el calor intenso afuera, que nunca viviría en Maracay por ser una ciudad que parecía un cuartel, la música en el reproductor sonando a Nicola de Bari, que se encontró con el querido Nino, que Nápoles estaba bellísima…. Cuando de pronto al caer en un hueco de la autopista ve como salen debajo del asiento al lado suyo un par de zapatos de tacón alto, zapatos de mujer de color rojo. El corazón se le salía por la boca, los ojos se le pusieron desorbitados, comenzó a temblar y un frio sudor comenzó a cubrirle el cuerpo… coño eran los zapatos de Francesca que con la prisa había dejado dentro del carro cuando la sacó abruptamente, estaba perdido, no podía explicar que hacían esos zapatos en su auto, la boda se iba al carajo, la novia comenzaría a llorar y lo dejaría, estaba perdido. Gabriella estaba medio dormida así que en un movimiento de máxima velocidad bajó rápidamente la mano tomó los zapatos rojos, abrió un poco su puerta, la del conductor y dejó caer el calzado incriminatorio en medio de la autopista, cerró la puerta cautelosamente y comenzó una sonrisa a dibujarse en sus labios… Coño de la que se había salvado.
Llegaron al aeropuerto, se bajaron, tomó el equipaje de su futura suegra y vio que ella no se bajaba del carro buscando los zapatos que se había quitado al montarse para relajarse mientras hacía el viaje.
Qué extraño decía, me los quité y no los encuentro, como es posible que desaparecieran, eran unos zapatos de tacón de color rojo y juraría que los traía puestos, no soy una loca para salir de mi casa descalza.
Carlos Zerpa
Giovanni estaba verdaderamente enamorado de Gabriella, de hecho en tan solo tres meses de amores ya se habían comprometido para el casamiento y esto tenía felices a toda la colonia italiana, los amigos veían a los dos tórtolos y los llamaban los G - G, por esa coincidencia de que ambos nombres de los jóvenes amantes comenzaban con esa letra.
En todos los lugares se les veía juntos y aunque se amaban apasionadamente Gabriella continuaba siendo virgen y así llegaría al matrimonio. Giovanni aunque era desde ya uno que había tenido muchas amantes y experiencias bajo de las sábanas, la respetaba y esperaba la primera noche nupcial, para hacer el amor con su amada, en la luna de miel que estaba programada con una buena vuelta por Italia… Roma, Nápoles, Sicilia, Siena…
Giovanni fue en la ciudad de Maracay, a comprar unos amortiguadores para su carro que no se conseguían en Valencia y se encontró con Nino su viejo amigo de niñez, que había hace poco regresado de Italia. Ya con los amortiguadores en la maleta del auto y a causa del encuentro con Nino, el hambre y el calor intenso de la ciudad fueron a comer en la “Trattoria Nonna Gigia” y a tomarse unos tragos para recordar viejos tiempos.
Entre risas, tomando vino y gratos recuerdos de pronto apareció en la Trattoria una mujer despampanante, como esas modelos que se ven solo en las revistas o en la televisión, saludo afectuosamente a Nino y le fue presentada a Giovanni.
Eso fue amor a primera vista como dicen. Para no hacer tan larga la historia les diré que entre besos, tragos y caricias Giovanni y Francesca se escaparon del lugar dirigiéndose al estacionamiento de la Trattoria, se metieron en el automóvil y en el asiento de atrás del carro se desvistieron y dieron rienda suelta a su desenfrenada pasión, una y otra vez hasta quedar exhaustos.
Estaban abrazados y viendo como la tarde se convertía en noche, cuando de pronto Giovanni miró el reloj y recordó que le había prometido a su futura suegra la señora madre de su prometida Gabriella, que él la iba a llevar al aeropuerto para que tomara su avión con destino a la isla de Margarita, esa noche. ¿Esa noche? Porca la miseria, solo quedaban pocas horas para salir de Maracay, llegar a Valencia, buscar a la suegra y llevarla al aeropuerto para que no perdiera el vuelo, puttana Eva…. Le dio un beso a Francesca, le dijo que su padre estaba enfermo, que el cane no tenía comida, que no, que sí y prácticamente la sacó a empujones del carro, aceleró al máximo, salió del Estado Aragua, entró al Estado Carabobo pasó al lado del lago, atravesó la ciudad de Valencia, abrió la guantera y sacó un frasco de agua de colonia que siempre tenía para limpiarse las manos, prácticamente se dio un baño de perfume para disipar cualquier olor que lo inculpara.
Llegó justo a tiempo y ya su suegra y su prometida lo estaban esperando en la puerta de su quinta, Gabriella se montó delante con él, le dio un beso y le dijo que se había puesto mucho perfume, la suegra se sentó en la parte de atrás con su maleta de viaje.
Acelerar de nuevo velozmente rumbo al aeropuerto, explicándoles que venía de Maracay y la cola de carros estaba fuerte por el volcamiento de una gandola, el aire acondicionado del carro se apagaba y prendía solo, el calor intenso afuera, que nunca viviría en Maracay por ser una ciudad que parecía un cuartel, la música en el reproductor sonando a Nicola de Bari, que se encontró con el querido Nino, que Nápoles estaba bellísima…. Cuando de pronto al caer en un hueco de la autopista ve como salen debajo del asiento al lado suyo un par de zapatos de tacón alto, zapatos de mujer de color rojo. El corazón se le salía por la boca, los ojos se le pusieron desorbitados, comenzó a temblar y un frio sudor comenzó a cubrirle el cuerpo… coño eran los zapatos de Francesca que con la prisa había dejado dentro del carro cuando la sacó abruptamente, estaba perdido, no podía explicar que hacían esos zapatos en su auto, la boda se iba al carajo, la novia comenzaría a llorar y lo dejaría, estaba perdido. Gabriella estaba medio dormida así que en un movimiento de máxima velocidad bajó rápidamente la mano tomó los zapatos rojos, abrió un poco su puerta, la del conductor y dejó caer el calzado incriminatorio en medio de la autopista, cerró la puerta cautelosamente y comenzó una sonrisa a dibujarse en sus labios… Coño de la que se había salvado.
Llegaron al aeropuerto, se bajaron, tomó el equipaje de su futura suegra y vio que ella no se bajaba del carro buscando los zapatos que se había quitado al montarse para relajarse mientras hacía el viaje.
Qué extraño decía, me los quité y no los encuentro, como es posible que desaparecieran, eran unos zapatos de tacón de color rojo y juraría que los traía puestos, no soy una loca para salir de mi casa descalza.
domingo, octubre 04, 2009
CASUALMENTE ELLA
CASUALMENTE ELLA
Muy bella en verdad una diosa hecha mujer, la había conocido esa misma tarde en las galerías de Soho, para ser más precisos en la galería Leo Castelli viendo una exposición de Meyer Vaisman… De ahí subieron a Sonabend y continuaron su recorrido calle abajo por la West Broadway hacia Tower Records a comprar un CD de Philip Glass, cuando les dio hambre y se dirigieron hacia el restaurant “La Gamelle” en el número 58 de Grand Street a comer Mejillones.
Muy bella en verdad una diosa hecha mujer, la había conocido esa misma tarde en las galerías de Soho, para ser más precisos en la galería Leo Castelli viendo una exposición de Meyer Vaisman… De ahí subieron a Sonabend y continuaron su recorrido calle abajo por la West Broadway hacia Tower Records a comprar un CD de Philip Glass, cuando les dio hambre y se dirigieron hacia el restaurant “La Gamelle” en el número 58 de Grand Street a comer Mejillones.
Pidieron vino blanco francés bastante frio, una botella de Louis Latour Chablis, un buen vino de Borgoña hecho con uvas Chardonnay. Se tomaron unas sopas de cebolla gratinadas, unos vol au vent de pollo, comieron los mejillones acompañados con pan y mantequilla, y luego pidieron otra botella pero de champaña, champagne de la viuda, Veuve Clicquot… Sirvieron las copas mientras esperaban la carta de los postres y ella dijo que ya regresaba dadole un beso en la mejilla y se dirigió al baño de damas.
Dejó su abrigo sobre la silla y su cartera sobre la mesa pero no regresó, a la tercera copa de champaña él la fue a buscar al baño pero estaba vacío, revisó la cartera de ella y se encontró una billetera repleta de dollares, una polvera, un pomo de cocaína, un collar y una pequeña pistola calibre 22.
Él no tenía dinero para pagar esa abultada cuenta, así que tomó un par de billetes de la cartera de su amiga y pagó.
Fue llamado a la gerencia del restaurant pues los billetes eran falsos, de hecho toda la gran paca de papel moneda que tenía eran falsos, ese dinero no era suyo pero pagaba con él… eso le explicaba a la policía mientras rendía declaraciones y era arrestado por poseer y pagar con dinero falsificado, por porte de arma sin autorización, por tenencia de droga y por pendejo, ya que ni sabía cómo se llamaba ni quien era esa mujer con la que andaba esa tarde.
Dejó su abrigo sobre la silla y su cartera sobre la mesa pero no regresó, a la tercera copa de champaña él la fue a buscar al baño pero estaba vacío, revisó la cartera de ella y se encontró una billetera repleta de dollares, una polvera, un pomo de cocaína, un collar y una pequeña pistola calibre 22.
Él no tenía dinero para pagar esa abultada cuenta, así que tomó un par de billetes de la cartera de su amiga y pagó.
Fue llamado a la gerencia del restaurant pues los billetes eran falsos, de hecho toda la gran paca de papel moneda que tenía eran falsos, ese dinero no era suyo pero pagaba con él… eso le explicaba a la policía mientras rendía declaraciones y era arrestado por poseer y pagar con dinero falsificado, por porte de arma sin autorización, por tenencia de droga y por pendejo, ya que ni sabía cómo se llamaba ni quien era esa mujer con la que andaba esa tarde.