jueves, agosto 11, 2011

CIGARRILLOS EXPLOSIVOS

CIGARRILLOS EXPLOSIVOS

Carlos Zerpa

Creo que fue en 1961, cuando yo tenía once años y estaba José Regino Peña como gobernador del Estado Carabobo, más o menos en esa época.

Mis padres eran amigos del gobernador y de su esposa, por ende las dos familias eran amigas y yo de los hijos de ellos, de Joseito y Ligia Margarita… Bueno, justo en ese momento le regalaron al gobernador Peña todo un cartón de cigarrillos, con no sé cuantas cajetillas rojas y blancas, de cigarros marca Winston traídos de Los Estados Unidos, en ese entonces todo el mundo fumaba, hasta mis padres y por eso el gobernador le obsequió una cajetilla a mi señora madre que justo en ese momento estaba de visita en casa de ellos.

La mágica e inusual cajetilla llegó a mi casa y como si fuese un objeto a lucir, fue colocada sobre la mesa junto a las porcelanas, a la entrada de nuestra casa en la Urbanización Los Sauces.

En ese entonces yo había guardado desde las navidades un sin número de explosivos pirotécnicos, en una gaveta de mi closet, triqui traquis, salta pericos, martillitos, tumba ranchos y pare usted de contar.

Fue así como surgió una gran idea, me dirigí a mi cuarto y con una hojilla Gillette, abrí los explosivos para sacarle la pólvora, la cual puse en un frasquito, las mechas de los Triqui traquis las puse sobre un servilleta y los saltapericos convertidos en polvo azul en otro frasquito. Inmediatamente y con el mayor de los cuidados, meticulosamente abrí por debajo la caja de cigarrillos extranjera, separé las juntas del papel celofán, abrí las pestañas de la caja de cartón y separé el papel con capa de metal, todo iba viento en popa, saque tres o cuatro cigarrillos con mucho cuidado y suavemente les extraje la rubia picadura de tabaco, dejé un poco de hojas cortadas al final y rellené dicho cigarrillo con pólvora gris y polvo azul de saltapericos, pues un poco de picadura de tabaco para cerrar y atasqué bien el cigarro, esto hice con otros tres y los regresé a la caja, la cual cerré perfectamente con pegamento transparente, “pegalotodo”.

La cajetilla fue colocada de nuevo sobre la mesa a la espera de ser abierta y consumido su contenido, era una gran chanza, no había maldad si no travesura de un niño de once años, que quería ver como se producía un mini fuego artificial a pequeña escala y como su papá salía desnudo al pasillo asustado, eso era todo, o al menos eso pensaba de niño.

La cosas funcionaron de otra manera, una vecina llegó a casa y viendo la cajetilla le pidió un par a mi mamá para fumárselos esa tarde, mi madre abrió la caja le quitó el precinto y se los dio, al rato mi madre se llevó un cigarro a la boca y lo encendió y mi padre se fue al cuarto con uno prendido.

Y de pronto zasss una llamarada como de un lanzallamas salió del cigarrillo de mi madre quemándole el vestido y parte de la cortina de la sala, el cigarrillo prácticamente volaba por la sala como de un avión a propulsión a chorro y mi mamá gritaba aterrorizada.

Mi padre puso el suyo en el cenicero después de darle una bocanada y BOOM explotó quemando parte de la mesa de noche y haciendo añicos el cenicero de vidrio, un cooooooñooooo se escuchó con fuerza.

La casa estaba llena de humo gris, de gente corriendo alarmada y sobresaltada, la vecina llegó a la casa aterrorizada contando que su cenicero de Arte Murano había explotado en pedazos y que tenía parte de la mano chamuscada… ¿De dónde habían salido esos cigarrillos? ¿Eran una bomba?, sin dudas era un atentado contra la vida del gobernador del Estado Carabobo, sin dudas alguien quería matarlo.

De inmediato llamarón por teléfono a casa del gobernador que no salía de su asombro y este envió una comisión de la policía científica a buscar la cajetilla y llevarse los cigarrillos, los de la Policía Técnica Judicial llegaron a mi casa en una radio patrulla de escandalosa sirena, la investigación estaba en pié y ya se estaba localizando al señor que le había regalado los cigarrillos al gobernador, como responsable del atentado, como posible implicado en el acto terrorista.

¿Y yo? Pues debajo de mi cama en completo silencio, aterrado, inmóvil.

Mi papá fue a buscarme al cuarto pues nadie me había visto y quería que estuviese con él, al entrar se dio cuenta que sobre mi mesa de trabajos estaban los restos de los triqui traquis diseccionados, los envases en la papelera, la hojilla Gillette, los frasquitos con pólvora y supo de inmediato que había sido yo el causante de todo lo ocurrido. Llamó a mi mamá y le dijo que llamara urgentemente a José Regino para que le dijera quelo de los cigarrillos explosivos, no era un atentado contra su vida si no una travesura de su hijo menor… Entonces me llamó y llamó pero yo no respondí.

¿Y yo? Pues continuaba debajo de mi cama en completo silencio, aterrado, inmóvil, muy asustado… y justo en ese lugar me encontró mi papá al asomarse debajo de mi cama, me miró a los ojos, se sonrió y movió su cabeza como diciéndome “Que bolas tienes tú”.

Me agarró fuerte por la patilla, por esos pelitos delate de la oreja y el cabello, justo en la sien, lloré un poquito me salí y me sonreí con él… Solo escuché que me decía ¿Coño es que tú no mides las consecuencias de lo que haces? ¿Será que vas a ser químico cuando grande?

Y ya, eso fue lo que pasó, hoy en día es solo una historia de esas que le encanta contar a mi mamá.

viernes, agosto 05, 2011

HOTEL DE LOS MISTERIOS

HOTEL DE LOS MISTERIOS

Carlos Zerpa

a mi amigo Dan Lee

Esa mañana Daniel, se despertó mucho antes que sus compañeros de banda y se dirigió a la pequeña nevera de su cuarto de hotel para tomarse un vaso de jugo de naranjas, abrió el gran ventanal que daba hacia la calle y justo a las 7 y 30 minutos de la mañana sus ojos no podían creer lo que estaba sucediendo.

Justo enfrente de su cuarto se detenía un carro fúnebre, se abrían sus ventanillas y unas personas vestidas de negro lo señalaban… el auto arrancaba de nuevo y seguía su camino.

Daniel no podía dar crédito a la experiencia que había vivido pero al rato ya se le había olvidado y compartía chanzas con sus compañeros de su banda de “Ská” y caminaba por la ciudad de Los Ángeles disfrutando de un bello día de sol.

Esa noche se fueron a un bar a escuchar a un grupo de jazz y a tomar vodka sin excesos pues al día siguiente tenían que probar instrumentos para el concierto que iban a dar en esa ciudad… Como a las 12, llegaron a su enorme cuarto de hotel el número 104 y se durmieron como niños.

A la mañana siguiente, Daniel se levantó temprano como era su costumbre, se sirvió su típico vaso de jugo de naranjas, abrió la ventana para saludar al nuevo día y casi se le cae el vaso de la mano, al darse cuenta que una limusina fúnebre llena con gente vestida de negro se detenía frente a su cuarto de hotel y lo señalaban.

Cerró rápidamente la cortina y de verdad le temblaban las piernas de miedo.

Fue y despertó al bajista de su grupo que sobresaltado pudo ver como se alejaba el carro fúnebre y escuchaba la historia en donde le contaban que lo mismo había pasado el día anterior… toda la banda escuchaban la historia estaban sorprendidos.

Entonces todo el grupo urdió un plan para el día siguiente y así fue realizado.

Se maquillaron como vampiros y se vistieron también de negro y justo a las 7 y 30 de la mañana, cuando apareció el carro fúnebre, los jóvenes dentro del cuarto abrieron el gran ventanal y escenificaron una especie de lucha diabólica con cuchillos, saltos, danzas, capas y mucho kétchup en el gran vidrio.

Los de la limusina abrieron sus ventanillas y se asomaron a ver lo que pasaba en el hotel… unos se bajaron del auto con espadas y lucían también como vampiros, se montaron de nuevo y se fueron a toda marcha.

Los chicos de la banda se rieron de su travesura pero a la vez se preocuparon de verdad al no saber de qué se trataba todo esto. ¿y si volvían esa noche y los mataban? ¿y si eran de una secta diabólica estilo Charles Manson y los acuchillaban? ¿y si eran en verdad vampiros y les chupaban la sangre?

Se bañaron y quitaron el maquillaje, muy preocupados se dirigieron a hablar en la recepción del hotel para denunciar lo que habían estado viviendo durante tres días consecutivos ya que esto no era una coincidencia.

El manager al escucharlos no dejó de sonreírse y les explicó que en esa ciudad existía un paseo turístico llamado “"Celebrity Death Sites Tour", que consistía en llevar vestidos de negro y maquillados como vampiros, en una limusina fúnebre, a los fans de las celebridades que habían muerto en los Ángeles. Numerosos artistas, músicos y escritores que se suicidaron o fallecieron en extrañas circunstancias y esto era motivo de curiosidad.

La casa donde se suicidó Margaux Hemingway, la casa donde dicen que O. J. Simpson asesinó a su esposa, la de Marvin Gaye, la de Marilyn Monroe, la de John Belushi, el Hotel Ambassador , donde asesinaron a Robert F. Kennedy y la casa donde Charles Manson y su grupo asesinaron a Sharon Tate, llamada ahora “The Helter Skelter”… Este Tour incluye la casa de Arnold Schwarzenegger, cosa que no entiendo, quizás por su personaje “Terminator”. Así van ellos de casa en casa, de hotel en hotel y este recorrido había sido todo un éxito.

Este hotel en el que estamos, antes se llamaba “Landmark Hotel” pero ahora se llama “Highland Gardens”. Justo en la habitación de al lado de ustedes en la # 105, había muerto el 4 de Octubre de 1970, por sobredosis de heroína la gran Janis Joplin, cuando ella tenía 27 años de edad, por eso la limusina fúnebre se detiene cada día frente a ese lado del hotel.

SENTADO CABEZA ABAJO

SENTADO CABEZA ABAJO

Carlos Zerpa

Santos me enseñó a sentarme cabeza abajo en el techo del cuarto y cuando hablo del techo, no es esa parte de la casa en donde hay tejas, sol y lluvia; no, a esa parte no me refiero… El techo del cuarto es donde está la lámpara.

Al principio y para las primeras veces utilicé una escalera, me subía hasta arriba y luego lentamente me iba pegando al techo, primero las manos y los brazos, luego la cara y el pecho al ratico, los muslos y las piernas hasta sentir que estaba todo pegado. Esto siempre con los ojos cerrados.

Al rato cuando sentía que estaba acostado sobre el techo, me iba incorporando poco a poco hasta sentarme con las piernas cruzadas como si fuese a meditar con mis manos apoyadas en mis rodillas.

Cuando abría los ojos tenía la lámpara del techo delante de mí como si fuese un plato y allá arriba (abajo) de mi cabeza estaba la cama, la mesa de noche y hasta mis zapatos, en el piso que ahora era el techo.

Para bajarme hacía a la inversa el procedimiento y al rato ya todo volvía a su normalidad.

Ahora ya no utilizo la escalera, sencillamente y pausadamente camino desde el piso hacia la pared, camino por la pared, llego al techo y me siento de una.

No es que esté cabeza abajo, no, ya no, pues al instante en que estoy sentado es como si el cuarto se invirtiera y lo que era piso se convertiría en techo y lo que era techo se convertiría en piso.

Creo que ya estoy preparado para hacerlo al aire libre.

lunes, agosto 01, 2011

Una aproximación al cuerpo de la performance en Venezuela

Una aproximación al cuerpo de la performance en Venezuela

María Elena Ramos

Carlos Zerpa (1950)

ha transitado por las temáticas religiosas las hibrideces populares entre catolicismo y religiones paralelas, los valores patrios y los nacionalismos, la violencia política y !a violencia amorosa. Refiriéndose a su Ceremonia con Armas Blancas Nelson Oxman comenta: “Los objetos se han fetichizado al grado de convertirse en una felicidad enajenada (...) nuestro oficiante, se abre hacia el éxtasis, recuerda a su amada, la eterna ausente, el verdadero Dios que adora (...) y con voz salmódica inicia la lectura de una primera carta a este ser inalcanzable (...) Después procede un acto de lujuria, permitido y perdonado, porque al final de cuentas entra por el camino del amor. (...) entre lentes pono y cualquier artículo de consumo, extrae una vela con forma de mujer, una diminuta figura femenina a la que acaricia con su lengua ensalivada. No es farsa teatral, no hay engaños, ni trucos de prestidigitación, el coñac era coñac real, y a medida que ingirió lo que el público acostumbrado a la mentira entendió como té, se emborrachó (...) restañando sus heridas sentado sobre el excusado, resultaba la fiel imagen de un decadente individuo sumido en nuestra sociedad de consumo". (Revista del Coloquio Artes Visuales e identidad en América Latina, México, 1981, Pág. 113 y 114).

Si en este performance Zerpa se pone críticamente en la piel de muchos hombres que habitan entre el machismo, la sensiblería, el fetichismo, la violencia, en otros eventos donde el tema es la patria nos pone para la reflexión otra manera falsaria y farisaica del ser. Yo soy la Patria; Tres Tiempos para la Patria; Patriamorfosis; Señora Patria, sea usted bienvenida; Caliente-Caliente: Cuatro Momentos en la vida de la patria presentan lo que llama Elsa Flores Contra-rituales, "que aprovechan la estructura del rito, incluso una cierta actitud entre sacerdotal y shamánica, para ejercer una crítica acerba a los ídolos del patriotismo y del patrioterismo, a las instituciones, a los prejuicios, y sobre todo a las injusticias que la noción de patria permite y fomenta", (Introducción a la Obra de Carlos Zerpa, en catálogo Cada cual con su santo propio, Sala Ocre, Caracas, 19S1)

En esencia, a lo que apunta esencialmente la obra de Zerpa -y sus performances de manera descarnada- es a la falta de compromisos y verdades esenciales y al permanente disfraz de esta carencia: un disfraz que se necesita siempre excesivo en sensorialidades, para ocultar la ausencia de un centro verdadero; encubriendo, como si fuera amor a la patria, lo que tantas veces es sólo ausencia de entrega comprometida. Zerpa escenifica a personajes que critica, utiliza cajas y vitrinas que convierte en contra-altares (Elsa Flores, texto citado), pues invierte su sentido religioso por su sentido crítico.

Recreó armas y elementos de tortura para la relación placer-dolor El está fuera del juego, señalándolo, diciendo que esta sociedad es el amor-odio, la mano que acaricia y que, en la misma caricia, mata o desfigura. Pero él está también dentro. No parece aquí posible escapar a la violencia o pasar ileso. Y pareció superar la etapa de tenerle miedo al miedo cuando demostró la inestabilidad de la violencia, exagerándola y multiplicándola. Ya en sus cajas y acciones corporales de los años 70, donde tematizaba el objeto religioso fetichízado, sabíamos que no miraba lo religioso solamente desde fuera. No era un ateo, o libre pensador, artista-conceptual que simplemente reflexionaba sobre el discurso religioso, su banalízación y su comercialización. Zerpa era, más bien, sacrílego, en el sentido de criticar desde dentro. Era romántico y se arriesgaba. Al punto de que miembros de la comunidad y de la iglesia llegaron a enfrentársele.