viernes, abril 28, 2006

Mefistófeles como perro negro en el pacto de sangre con Fausto.


Mefistófeles como perro negro
en el pacto de sangre con Fausto.

Fíjate lo que me pasó hace muchísimo tiempo, creo que en el año de 1970, cuando una vez estaba en la playa de Boca de Aroa en el Estado Falcón… Era Pascua, era la Semana Mayor y yo estaba sentado solo, sobre una piedra a media noche frente al mar…. Todo era demasiado tranquilo y la única luz se daba por el resplandor de la luna (me hubiese encantado decirte que era luna llena, para hacer esta historia mas tenebrosa, pero en verdad no lo era) bueno… bueno… estaba sentado pensando en mil vainas, cuando de pronto vi como un gran perro negro al que le brillaban los ojos de medianoche cual linternas, se acercaba a mi, el caminaba alrededor mío describiendo un perfecto circulo siendo yo el eje, el perro aparenta estar perdido y se me iba acercando poco a poco, caminado en círculos sin dejar de mirarme y yo también a él, el caminar en círculos se convierte en espiral y cada vez ese lobo negro está mas cerca de mi, al llegar el perro al lugar en donde yo estoy sobre la roca se sienta enfrente de mi, sus ojos como ascuas me miran fijamente y siento el repulsivo hedor de su pelaje, yo estoy paralizado ante esta aparición, cuando comienza a caer una fina llovizna y Zassssssssssssssss!!!!!!
Llega como un destello la imagen de Fausto en el relato de Goethe, en donde también un gran perro negro camina en circulo alrededor de Fausto y él decide llevárselo a su casa, dicho perro negro resulta ser en verdad un disfraz que había adoptado Mefistófeles para lograr acercarse a él, y ofrecerle un pacto de sangre. Entonces repentinamente me pongo de pie sobre la roca en la que estaba sentado y a todo pulmón y en una combinación que unía mucho valor y miedo grito al perro y a los cuatro vientos un alarido lleno de adrenalina:

¡Va de retrooooooo, Satanaaaaaaaaás!
¡En el nombre de Jesucristo… Vete de aquiiiiiiiii……
Y el perro espantado corre hacia lo profundo de la noche y yo corro a toda velocidad de la luz hacia la casa en la que me hospedaba, con la excusa de que comenzaba a llover… Y con el corazón que se me salía del pecho.

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