UN KATA UNA ORACION...
El olor del dinero es mucho más fuerte y atrayente que el más delicado aroma de la más bella flor.
Y aunque peque de romántico sé que ese matrimonio entre el dinero y el artista no es nada bueno para el espíritu artístico. El dinero corrompe, desvía y te hace pensar en otra dimensión, por cierto una muy ajena al "ESPIRITU" del arte, y muy cercana al "mundo" del arte; el pintor colombiano Fernando Botero declaró en una entrevista para la revista Vanidades, que lo bueno que él le veía en tener tanto dinero (y él lo tiene), es que el no tenía entonces que pensar en como conseguirlo. Esto es cierto en la medida en que uno no se enferme con la conocida fiebre del oro y entonces quiera más, más y más. El problema en sí no es el dinero, sino quienes lo ven a él como un Dios, quienes comienzan a amarlo con una pasión sin límite y se convierten en sus esclavos, esclavos del dinero. La Biblia nos alertaba ya en la 1ra. carta de Timoteo 6-10 diciéndonos: El amor al dinero es la raíz de todos los males.
La historia contemporánea de los artistas idolatradores del dinero está llena de personajes vendidos, y por consiguiente se ve el detrimento de su trabajo como artistas, quizás sea Salvador Dalí uno de los principales talentos venidos a menos por enamorarse del poder y del dinero, o del poder que da el dinero, la lista podría ser larga pero no se trata de perder aquí nuestro tiempo juzgando a los otros artistas; será la historia implacable quien se encargue de hacerlo.
Como artista uno es responsable del manejo de su propia energía y tenemos que estar atentos de donde la vamos a poner, a donde vamos a dirigir esa "nuestra energía".
El foco es el arte y tenemos que amar el arte; no es bueno entonces perder el foco.
Es estupendo escribir acerca del taller de arte, del atelier, de ese espacio en el que los artistas plásticos nos recluimos para poder producir nuestra obra de arte, el taller es igual a un templo, es sagrado y merece respeto, el taller nos aísla del mundo y cuando uno está dentro de él produciendo un trabajo artístico, como en trance, da los mismo entonces que el taller esté ubicado en Caracas, Madrid, México, New York, Bogotá, Barcelona o París, porque es la misma cosa.
Fuera de esas paredes está el mundo al cual accederemos al salir del taller, pero adentro de ese recinto sólo estamos nosotros con nosotros mismos, solo estas tu contigo mismo, con tu silencio o tu ruido, dejando poseerte por el espíritu del arte, en comunión con tu Dios, dando rienda suelta a tu imaginación, siendo tu mismo y desnudándote, despojándote, siendo sincero, dándote de lleno a lo que en verdad eres: un artista, en una perfecta comunión espiritual Dios / arte / hombre.
Concibo muy cercanas a las artes plásticas y a las artes marciales, pienso que son lo mismo en esencia, ambas nos preparan para el combate más extremo y más fuerte, en este combate interno contra nuestro propio ego, el más terrible enemigo.
En estos días reflexionando en torno al tema, de pronto se introdujo un nuevo elemento en esta ecuación maravillosa, este nuevo elemento es la oración.
Dentro de las artes marciales existen unos movimientos preestablecidos llamados kata que son como una coreografía o formas en las cuales el practicante repite una serie de movimientos aprendidos de su maestro.
Movimientos de ataque y defensa, desplazamientos, giros y bloqueos, diseñados y ordenados con sabiduría por los creadores del sistema marcial que se practica y se transmite de generación en generación.
Ver a un grupo de artistas marciales haciendo un kata me da la misma idea en cuanto a imagen
en movimiento a cuando veo un cardumen y todos los peces giran y se desplazan hacia el mismo lugar y en la misma forma; como si siguieran un mandato divino, o cuando veo centenares de aves volando como si todas fueran una, ver una bandada haciendo giros en el aire sin tropiezos es como verlas haciendo un kata aéreo.
Hacer un kata entonces es como hacer una oración, orar el padre nuestro por ejemplo, única oración dada por nuestro señor Jesucristo a sus discípulos.
Se emparenta la oración con hacer un kata, en que los movimientos y las palabras aprendidas con exactitud y repetidos en un orden sagrado y específico, tienen el poder mágico de mover una energía muy grande y poderosa, con palabras o movimientos claves. Estas palabras, movimientos y símbolos pueden estar escritos en libros sagrados, en las paredes de los templos, en las bandanas y telas amarradas en las frentes o brazos de los guerreros, o también tatuadas en la piel; Y sin duda, grabadas con fuego en nuestros corazones y espíritus.
La disposición que un artista tiene cuando ingresa a un dojo ese lugar donde se practican las artes marciales, o cuando entra a un taller, ese lugar en donde se realizan las artes plásticas es directamente proporcional al acto de entrada a un templo, iglesia, mezquita o sinagoga, un dojo, un taller y un templo son lo mismo. Se dejan entonces afuera todas las cosas materiales y se respira un aire de tranquilidad; entramos sin preocupaciones, sin problemas, sin trabas, ni egoísmo, y se participa de un arte creativo, manifestación directa de la espiritualidad y de comunión con nuestro Dios; de contacto con nuestros maestros y ancestros, de todos los que nos precedieron en este camino de la vida, en el camino del esclarecimiento.
Luego, al concluir, salimos afuera a la calle, reconfortados a enfrentar la cotidianidad, a la lucha diaria, porque al final de cuentas, vivir y luchar no son cosas diferentes, son uno y lo mismo, como dicen los grandes maestros.
Mañana pelaremos. Nosotros no ahorramos. Aqui ando, gastando lo poco que tengo, sin pensar en cuando regrese de este lugar a donde me escape por casi un mes... total, nos sabemos si mañana me ahogo. Al menos lo harè despuès de un whisky con raya roja, oyendo la mùsica que se junta bien con matute y mirando el mar negro de la noche.
ResponderBorrarSola pero contenta.
El artista vive el momento en que crea. Lo demàs no existe. Si acaso lo disfrutaran tus nietos. Crèeme. Por momentos uno se queja. pero sabrìas vivir de otra manera?
Besos isleños