miércoles, mayo 13, 2009

DE ARAÑAS Y ZANCUDOS HOY LES CUENTO.

DE ARAÑAS Y ZANCUDOS HOY LES CUENTO.

Los zancudos en mi casa eran feroces
Te atacaban a media noche y aunque mataras a algunos, los otros te devoraban cuando ya estuvieses dormido.
Les gustaba picarte entre los dedos de la mano, no se porqué pero era su lugar preferido aunque otros lo hacían en tus tobillos.
Se deleitaban cantándote Bbbbbbbzzz Bbbbbbzzzzzzzz con el batir de sus alas en tus oídos no dejándote dormir. Esto era una de las vainas más fastidiosas del mundo.
Luego llegaban sigilosos, te dormían con su saliva la piel para que no sintieras la picadura y luego te clavaban el pico aprovechándose de tus poros.
Chupaban tu sangre hasta ponerse gordos y pesados casi no pudiendo volar.
Los veías entonces caminando por las paredes, escalando el muro e intentando llegar hasta el techo, torpes, caminando igual que como caminan los murciélagos.
Ellos eran negros y como de terciopelo ennegrecido, grandes y fuertes... bueno digo ellos, aunque en verdad se trata de ellas, ya que todas las que pican y se alimentan de sangre son hembras.
Muchas veces los aplastabas en un clásico aplauso, te llenabas las manos de tu misma sangre y ellos se iban volando con el cuerpo reventado, como si nada, increíble pero era cierto.
Era fácil para las arañas que vivían en los rincones del techo alimentarse de los zancudos, solo lanzaban hilos estratégicamente bien dispuestos y ya no se molestaban en tejer telarañas. Igual eran presa fácil porque los zancudos estaban llenos exageradamente de sangre y se comportaban torpes y caminaban en vez de volar, pasaban como bailando “el limbo” y se quedaban pegados.
Las arañas los atrapaban, los envolvían haciendo una especie de capullo y se los chupában.
Bueno en verdad se alimentaban no era de los zancudos si no de nuestra sangre llegada a ellas por estos molestos intermediarios.
Un día las arañas entendieron cual era la fuente de la sangre que bebían y entonces ellas a medianoche, bajaban con sus hilos cual rappel y chupában directamente de nuestras venas el preciado líquido rojo.
Entonces fortalecidas comenzaron de nuevo a tejer grandes telarañas, para atrapar el mayor número posible de zancudos, pero no para comérselos, ya que los dejaban pegados hasta que se morían, si no para liberarse de este tipo de competencia en su territorio.
Las arañas no zumbaban en nuestros oídos como los parásitos anteriores, ellas eran en verdad las verdaderas maestras del silencio, eran Ninjas de ocho patas que sosegadas succionaban sin que nosotros nos percatáramos.
Ellas se multiplicaban y les trasmitían este nuevo conocimiento a sus descendientes.
Uno no quitaba las telarañas de los rincones pues pensaba que gracias a ellas nos estábamos liberando de los molestos zancudos.
Y en cierta forma era verdad.
He llegado a pensar que las arañas de mi casa desde los dinteles se reían de nosotros.
Por mi parte ahora duermo con la luz encendida y no les quito el ojo de encima.
Al menor movimiento de esos arácnidos los espanto con un grito.
Cosas de la vida y de la vida misma… Como dirá mi querida amiga Maris.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario