viernes, septiembre 11, 2009

¿CONOCES LA CANCION PIPIPIRIGUÁ?

¿CONOCES LA CANCION PIPIPIRIGUÁ?

Una bicicleta casi me atropella, casi me lleva por delante, venía en contra via, comiéndose la flecha, no la vi, no la esperaba y me frenó a pocos centímetros, frenó en seco… justo cuando en voz alta yo dije “Pipipiriguá”. ¿Coincidencia? ¿Usted cree?, venía yo atravesando la calle de la bodega que quedaba en frente de mi casa en la avenida Díaz Moreno de comprarle no se qué vaina a mi mamá, era otra época y con diez años ya andaba haciendo mandados y diligencias, de hecho iba y venía solo de mi colegio “Julio Castro”, caminando, bueno, bueno el colegio quedaba en la esquina de la cuadra pasando la calle, justo en frente del taller en donde reparaban bicicletas y al lado de mi casa pasando la calle estaba el circo de toros “Arenas de Valencia”.
Comenzaba la década, teníamos a Rómulo Betancourt de presidente aquí en Venezuela y Kennedy triunfaba en las elecciones en los estados Unidos, ni soñaba Betancourt que le iban a quemar las manos en un atentado ni JFK que le iban a volar los sesos de un disparo en Texas. Coño parecía que fue ayer cuando nos visitara el mismísimo Fidel Castro, aquí en Venezuela, bueno fue en el 59, el año pasado, Hummm!!! y pensar que Castro se convertiría luego en dictador… las pavas de Valencia y Caracas andaban con un muñeco inflable de goma, un muñeco negro, una caricaturización de un africano que guiñaba un ojo, abrazado a sus brazos y al que todos llamaban “Lumumba”.
En la bodega del frente de la casa me encontré con mi amigo de cuadra Otonielito, quien vivía a tres casas de la mía, justo en frente de donde residía un hombre que tenía todo el rostro lleno de grandes protuberancias, de bolas de carne que le daban un aspecto de cara de guanábana, decían que fue un sapo que le echó su leche en el rostro cuando era niño, eso decían… Otoniel estaba en la bodega, en esa tienda comprando azúcar, él la compraba en bolsas de a medio kilo y se la comía con una cuchara sopera, el azúcar lo sacaban de un saco grande y lo ponían en bolsas de color beige y te lo pesaban delante de tus ojos, recuerdo que una muchacha que trabajaba en la casa fue mandada a comprar azúcar y regresó a casa con la bolsa vacía, pues se le había botado de la calle, ella decía que le habían dado la bolsa cerrada por arriba y abierta por debajo, pero la realidad era que había tomado el empaque al revés y al transportarla la bolsa cabeza para abajo se había abierto botando todo su contenido para perdida de mi señora madre y ganancia para las cucarachas que saldrían sin dudas en la madrugada a recorrer las calles si no llovía.
Otro vecino presumía de saberse todos las letras de las canciones de moda y llegaba a la bodega a cantar a capela una a una cada canción, no porque tuviese buena voz ni para demostrar que era buen cantante, si no para que todos nos enteráramos que se sabía, que memorizaba todas las letras… Esa mañana llegó cantando el éxito del momento, “El Pájaro Chogüí” con aquello de: “Cuenta la leyenda que en un árbol se encontraba encaramado un indiecito Guaraní, que sobresaltado por el grito de su madre perdió apoyo y cayendo se murió y que entre los brazos maternales por extraños sortilegios en Chogüí se convirtió… Chogüí, Chogüí, Chogüí, que lindo es que lindo va perdiéndose en el cielo azul turquí…”
Entonces el señor Jesús vendía kerosene sacándolo de un gran barril metálico y llenando los envases de los clientes que necesitaban ese combustible para las cocinas, Otoniel andaba con una “Locha” para comprar azúcar, su vicio, el hijo del administrador de la plaza de toros estaba comprando mortadela, la cual rebanaban a cuchillo, era roja casi vino tinto, muy roja y decían que estaba hecha de carne de burro, yo esperando para comprar velas de cebo para poder amansar el cuero de los guantes nuevos de beisbol y ese amigo que he olvidado su nombre cantaba esa canción del “misterioso cantante enmascarado” que salía en “Televisa” cantando con una máscara puesta y que después se supo que era Néstor Zavarce, cuando apareció en el “Show de las 12” de Víctor Saume, ese cantante Zavarce que se hizo famoso, por quien en ese momento hubo desmayos, tumultos, gritos histéricos y hasta heridos por esas grandes manifestaciones de popularidad de este magnífico cantante venezolano quien también aparte del pájaro naranjero, también pegó en ese momento “La tarde gris” y “Novia”.
El vecino cantaba a voz en cuello: “Y desde aquel día se recuerda al indiecito cuando se oye como un eco a los Chogüí, es el canto alegre y bullanguero del precioso naranjero que repite en su cantar, salta y picotea las naranjas que es su fruta preferida repitiendo sin cesar… Chogüí, Chogüí, Chogüí, Chogüí, Chogüí, Chogüí, Chogüí….” Y todos se quedaban con la boca abierta envidiándole que se supiera la letra de la canción de moda, y yo también.
En el patio de su casa él aprendía a manejar un automóvil sentado sobre una vieja poltrona y haciendo los cambios de velocidad con un tubo clavado en la tierra, él nos enseñaba como se ponía la primera, el cambio a segunda y a tercera… y como se metía el retroceso… Otras veces hacía explotar balas calibre 38 golpeándolas con un clavo y un martillo, disparándolas hacia destinos desconocidos, ahora pensándolo a distancia veo cuanto peligro envolvía este juego.
En ese entonces yo le pedía permiso a mi mamá para irle a poner aire a la rueda de mi bicicleta azul, en el taller de la esquina, mi madre me lo permitía mientras fuese por la acera sin montarme en ella y que regresara apenas le pusieran aire, entonces yo le hacía caso pero una vez inflada la rueda, me iba a darle un par de vueltas a las cuadras, pedaleaba por la Avenida Bolívar, subía por la Navas Espínola, frente a la casa de una prima que me gustaba y que vivía por la caja de agua, pasaba por la iglesia gótica de las Siervas, por la plaza de toros, me iba a los helados “Crema Polar” los mejores helados de vainilla que he comido en mi vidaaaaaaa!!!!, por mi colegio a ver si me veían mis compañeritos... je, je, je y de regreso a casa como si nada, a menos que una vecina metiche me acusara. Claro que era otra época pero para un niño de 10 años andar en bicicleta por esas calles en 1960, con automóviles era en verdad un gran riesgo y un acto de completa valentía y rebeldía… Bueno y de inconsciencia.
Mi madre conocía a mis amigos de la cuadra y los llamaba por sus apodos, estaba el papá de un amigo que tenía una barbita pequeñita a quién nombraba el “Chiva e`Coco”, un compañero de clases que comía mucho al que le decía el “Tragaldaba”, uno muy alto que llamaba el “Vara e`Coco”, a mi por gordito me decía “El Gordito del Táchira” como el personaje en caricatura de la lotería… Cuando algo la sorprendía o asustaba ella en voz alta decía “Pedro Estrada y su Madre” o “Cristo en la columna”… Mi mamá era una excelente y reconocida cocinera y aún hoy en día a sus 85 años y su poca vista, cocina.
Recuerdo como en casa una y otra vez me pasaba por la cabeza la fulana canción en la que todavía se recuerda al indiecito cuando se oye el canto del pajarito ese…. Así que como andaba picao por lo de la canción de Zavarce y por ese amigo de estupenda memoria que nos restregaba en las caras sus conocimientos, comencé a escuchar en la radio los últimos éxitos a ver cual él no nos había cantado, pasaba de la “Onda de la Alegría” a “Radio América” a “Radio Rumbos” a “Radio 810”, pero que buena vaina, todas las canciones se las habíamos escuchado al vecino, desde “Moliendo café” ese ritmo orquídea de Hugo Blanco y su arpa viajera a “La bola” del Conjunto Ingeniería, desde “Teresa dónde vas” de Juan Vicente Torrealba a “El Borracho” de Adilia Castillo… ese coño se las sabía todas, es que lo único que hacía en su vida era aprenderse las canciones.
Justo en ese momento pasando el dial de una emisora a la otra, escucho al cantante Alfredo Sadel, que canta por primera vez “Pipipiriguá”, el locutor anuncia la primicia de que solo la podían escuchar en su “Radio 810”… y claramente veo como un destello de luz que corona mis planes, al oírla salgo como un rayo a la tienda del frente, cruzo la calle a donde el señor Jesús, a la bodega que está como siempre llena de gente esperando para hacer sus compras; yo hecho el pendejo me aproximo como quien no quiere la cosa al amigo cantante quién termina de cantar “que se pare la bola, que se pare otra vez, que se pare tres veces…” y le digo a él, sin que nadie escuche para no avergonzarlo: ¿Has escuchado de Alfredo Sadel su última canción que dice: “Pipipiriguá, Pipipiriguá, Pipipiriguá,…..?????” y lo dejo frio limón, pálido como un muerto, rosado apio, haciendo cuí cuí, mirando al vacío sin poder creer lo que acababa de escuchar. y Yo me voy de la bodega despacio a mi casa, satisfecho, con una sonrisa de oreja a oreja, feliz por mi travesura y es cuando casi me lleva por delante esa puta bicicleta que venía comiéndose la flecha y que me frenó a pocos centímetros, poniéndome las bolas como nudo de corbata … justo cuando en voz alta yo cantaba muy sonreído “Pipipiriguá, Pipipiriguá, Pipipiriguá”.

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