jueves, octubre 04, 2012

El trazo libre de Carlos Zerpa


Diario, Sol de Margarita
Ínsulas Extrañas

El trazo libre de Carlos Zerpa
Ojalá este baño de contemporaneidad plástica nos sirva como modelo orientador para dejar atrás convenciones que debemos enterrar.

Antonio López Ortega / alopezo@cantv.net
 
3 oct, 2012 |
Desde el pasado domingo 30 de septiembre, en el Museo Narváez, tenemos la oportunidad de ver una magnífica y representativa muestra del artista Carlos Zerpa, quizás uno de los informalistas más voluntariosos que hayamos tenido desde los años 80. Se recuerda todavía la feroz toma cromática de los espacios del MBA de Caracas, a finales de aquella década prodigiosa, con su exposición “Grrrr”, verdadero canto animal de rostros, instalaciones, alas de cuchillos y otras innovaciones.

Una obra destemplada, contestaria, ajena a la armonía, llegaba para quedarse y para dar cuenta de que los espíritus alterados, más propios de la moderna condición urbana y del detritus, nos representaban más que abstracciones o espejismos geométricos. Hay en Zerpa un diálogo entre modernidad y tradición (sus famosos escaparetes de imágenes y objetos tan diversos, característicos de las viejas bodegas o de las casas de las abuelas) que ya quisieran otros artistas contemporáneos.

Pero se me antoja que una de las lecciones mayores que la muestra de Zerpa podría ejercer es de cara a los jóvenes artistas neoespartanos, faltos de referencias contemporáneas y de lenguajes más osados. La minuciosidad de sus instalaciones, el número y variedad de materiales (muy pocos de ellos propiamente plásticos), la facilidad para delinear rostros con botones, tijeras o lentejuelas, son testimonio vivo de que el hecho plástico hace tiempo abandonó sus herramientas tradicionales y se abocó a incorporar prácticamente cualquier material que al ojo del artista tenga poder significativo.

La serie de santos, por ejemplo, recuperando la larga tradición plástica de imágenes religiosas, es una reescritura de lo mucho que se puede hacer cuando el ingenio y la formación cultural van de la mano. Zerpa ha masticado el legado del pop y lo ha vuelto papilla para los sentidos.

Ojalá este baño de contemporaneidad plástica nos sirva como modelo orientador para dejar atrás convenciones que debemos enterrar. El arte no tiene por qué revivir huellas ni repetirse, sino más bien avanzar en nuevos campos de significación. Y la obra de Zerpa, cosmopolita como pocas, tiene el cuidado de no abandonar referentes nuestros que son muy propios de las culturas populares. Con los mismos componentes semánticos con los que se compone un bodegón, se puede construir una obra viva, actual, vanguardista.

La diferencia finalmente radica en cómo queremos relacionarnos con la realidad: porque hay quienes sólo la quieren ver para imitarla y otros para trasponerla. Ya es hora de que el reino de la subjetividad entre en materia.

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