domingo, junio 05, 2022

Carlos Zerpa por: Constanza De Rogatis

 ArtNexus  86

ArtNexus 86

Arte en Colombia 132

Sep - Oct 2012

Carlos Zerpa

Galería D’Museo

Por: Constanza De Rogatis

La Galería D’Museo, en el Centro de Arte Los Galpones, presentó Espinas de acero de Carlos Zerpa. Veintiocho piezas entre pinturas, instalaciones y ensamblajes que dan cuenta de una actividad prolífica y coherente en el panorama del arte contemporáneo del país.

Esta coherencia se manifestó mediante elementos que se han mantenido como constantes dentro de la obra de Zerpa a través de los años, un confluir de referencias e imágenes icónicas del arte occidental que conviven divertida e irónicamente con elementos de la cultura popular: las artes marciales y, de modo especial, los personajes de la lucha libre mexicana, la imaginería religiosa popular, los personajes televisivos y el rock and roll.

Y es especialmente el rock, la actitud contestataria e inconforme que otrora caracterizó este género musical, el espíritu y el tono general de la exposición. No simplemente porque la nomenclatura de algunas de las piezas haga referencia directa a músicos relevantes o a bandas emblemáticas de la década de los sesenta y los setenta, como en el caso de Tower Records (Simpático para la banda Pink Floyd) –torre de discos de vinilo recopilados por Zerpa a través de una convocatoria pública en la que canjeó dibujos autografiados a cambio de álbumes de 33 rpm– o como las pinturas de gran formato Tubular bells (Simpático para Mike Oldfield) y Velvet Underground (Simpático para Andy Warhol) de la Serie Metálica, en las que el artista convierte en elemento gráfico las famosas carátulas de los discos de Oldfield y Velvet Underground.

Carlos Zerpa. Lanza los dados, 2011. Ensamblaje. 40 cm. de diámetro. Foto: Susana Benko.


Esta toma de posición, más que una travesura de un enfant terrible del arte, es la decisión de afrontar de modo crítico la realidad y el propio quehacer artístico; es una propuesta que a través del cuestionamiento del statu quo y del humor ha preferido escaparse de las modas cambiantes o los temas en boga.

En Espinas de acero, la vista general de la exposición ofrecía desde el inicio un statement de lo que sería la muestra: imágenes directas, que, tanto por sus dimensiones como por su impacto visual, generaban curiosidad y fascinación.

En primer lugar, las telas de la Serie Metálica, ocho pinturas de gran formato que pendiendo a una distancia media de la pared de doble altura de la sala permitían apreciar, incluso desde la distancia, los personajes u objetos referenciales que en cada pieza rendían homenaje a un artista, músico, o película específicos: la cabeza voladora del dios Zardoz, del film homónimo; la cama del Apolinère Enameled de Duchamp; el neumático de las esculturas de Jean-Michel Basquiat; un robot de juguete en alusión al Yo Robot de Isaac Asimov; los conocidos girasoles de Van Gogh; la banana pintada por Andy Warhol para la portada del álbum de los Velvet Underground.

Elementos referenciales del arte o la cultura popular transformados en figuras blancas delineadas en negro que flotan sobre un fondo gris metalizado, una restringida paleta –a diferencia de las coloridas pinturas de períodos anteriores de Zerpa– que en tanto detalle aislado de toda intención narrativa potencia su capacidad evocadora. No es el objeto convertido en ícono, como en las obras de Andy Warhol, es el ícono transformado en signo gráfico que se nombra, se reconoce a sí mismo.

En segundo lugar, las instalaciones y los ensamblajes en los que el reciclaje de objetos como llaves, cadenas y medallas de bisutería, figuritas del Niño Jesús y de animales plásticos, dados, canicas y colmillos dorados se convierten en el recubrimiento barroco de soportes diversos. Elementos olvidados y desestimados por la mirada cotidiana que adquieren una nueva no-función: cabezas de maniquíes transformadas en brillantes e imposibles alhajas (Serie Antijoyas); neumáticos transmutados en ruedas de la fortuna (Serie Ruletas); piezas de dominó que recubren listones de madera y cruces para formar crucigramas sin palabras (Serie Dominós); o figurillas y calaveras revestidas por el horror vacui, que son transmutadas en poderosas y nuevas figuras de culto (Serie de los Santos Mutantes y Serie Calacas).

Por último, la obra El Señor Conejo y el Señor Trastorno, en la que la cándida imagen del conejo blanco de los cuentos infantiles es repropuesta inquietantemente en una instalación en la que los personajes –un imponente e impoluto conejo acompañado por el maniquí de un niño guardaespaldas– blanden hachas de modo solemne.

Sea desde la provocación o desde el humor, desde el reconocimiento de lo propio o desde el asombro, las piezas presentes en la muestra, todas espinas de acero, evidenciaron que el espíritu rocanrolero de Carlos Zerpa es una postura estética que, lejos de sosegarse, se ha fortalecido a lo largo de cuarenta años de actividad creadora.


COSTANZA DE ROGATIS

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