ZZ…Continúo aun hoy en día, escuchando buen Rock and Roll y con la misma idea de cambiar el mundo…ZZ

lunes, marzo 03, 2025

Opera Performance Art

 

Opera Performance Art

Carlos Zerpa

Venezuela 1980- México 2025

 

Para mí la ópera no era otra cosa que, la imposibilidad cuando era niño, de poder ver la televisión los domingos en la mañana, de perderme mi programa favorito en la TV, el club de Buck Roger, porque siempre mi papá Paco, escogía justo ese día para escuchar sus zarzuelas, operetas y operas.

Yo odiaba a muerte a la ópera, me fastidiaba y la rechazaba, hasta que poco a poco fui creciendo, me hice joven y luego adulto, y me comenzó a gustar, empiezo entonces a apreciar y a entender la importancia de la ópera, comienzo a asistir a los teatros a verlas en vivo y hago mías algunas de ellas: Tosca, La Flauta Mágica y Madame Buterflay

Después ya viviendo en Nueva York en los 80s, me enamoro de los movimientos musicales de vanguardia que utilizaban también la ópera mezclada con rock y con música electrónica para expresarse: Klaus Nomi, Nina Hagen, Gary Numan, Malcom Mc. Laren, Philip Glass, Kate Bush, Falco y Laurie Anderson. El film de Jean Jaques Beineix: “Diva” con la cantante Wilhelmenia Wiggins Fernández, con el Aria from “La Wally” abren mis fronteras, así como Montserrat Caballè cantando a dúo con Freddy Mercury la estupenda pieza “Barcelona”.

Hoy en día he incorporado a mi diccionario personal, distintas voces y palabras relacionadas con el mundo operático, tales como: la soprano María Callas, el simpático Luciano Pavarotti, al gran Enrico Carusso, el estupendo Mario Lanza, a “La Voz” Jussi Bjorling, a la película “Diva” con La Wally, el Film Fizcarraldo, la Escala de Milán, el flautista Papageno, el Rock Me Amadeus de Falco y Aida con elefantes y todo en las Termas de Verona.

Así como unas voces más ácidas y radicales, traídas por los pelos, tales como: Los 200 Moteles de Frank Zappa, el Nomi song, todo Yukio Mishima, los Bravos Guerreros Samuráis en el teatro Kabuki, el Satiricon de Fellini, el Saló de Pasolini, Grítos de Bergman, Woodstock 69, Muerte en Venecia de Visconti, Pulp Fiction, Kill Bill, Matrix, 2001 Odisea del Espacio, y con Kubrik también su boca bien cerrada con la bella Nicole Kidman, a los de Nine Inches Nails, a Marilyn Manson, a Bjork, al Carmina Burana, la Fura del Baus y el Dark Side of the Moon de Pink Floyd en “Pulse”… ¡agggghhhh!!!!!!! ¡agggghhhh!!!!!!!

“Evita”, “Phantom of the Paradise”, "The Little Shop of Horrors", "Hair", "Jesucristo Superstar", "The Rocky Horror Show", "The Wall" de Pink Floyd, "Tommy" y “Quadrophenia” de The Who, “Ziggy Stardust” de Bowie, “Joe’s Garage” y “Thing-Fish” de Frank Zappa y hasta el “Jailhouse Rock” de Elvis Presley y “La Hija de la Lágrima” de Charly García.

Imágenes poderosas llegan a mi mente, como las de Herzog en su film Fizcarraldo, en donde un enloquecido Klaus Kinski, va de pie haciendo equilibrio en la proa de su embarcación, el cual es arrastrado por las aguas y va rápidamente llevado por las corrientes de un río Amazónico, chocando con las arenas y grandes piedras de las orillas, mientras él escucha un viejo vinilo, puesto en un viejísimo tocadiscos, un pickup, a todo volumen, en medio de la tupida selva, una aria, del magnífico tenor “Enrico Carusso”.

Como la de la carismática soprano Maria Callas, quien no salía a cantar a escena, hasta tener una relación sexual, hasta hacer el amor en su camerino con el amante de turno, y entrar después a el stage, con una sonrisa de oreja a oreja, feliz por su orgasmo a cantar y a emitir esos agudos tonos que hacían que todas las copas de champaña estallaran y que todos los bombillos de la lámpara araña central explotaran.

O del simpático y querido conejo de la suerte, nuestro Bugs Bonny, que investido en la piel de un director de orquesta filarmónica y partícipe junto a Elmer Gruñón, de la ópera “Las Valquirias”, opera vikinga, cascos con cuernos, lanzas, escudos y zanahorias.

Cerremos este texto con el gran Klaus Nomi cantando el aria “The cold song”.

Let me, let me

Let me freeze again

Let me, let me freeze again to death

Let me, let me

Let me freeze again to death…


Carlos Zerpa Instala y Actúa por Juan Acha


 

Carlos Zerpa Instala y Actúa

por Juan Acha

México Abril 1984

Catálogo de la exposición GRRR, de Carlos Zerpa en el Museo de Bellas Artes de Caracas Venezuela 1985.

Muchas de las actuaciones de este artista nos cautivaron. También nos atrajo la oposición complementaria de sus dos manifestaciones artísticas. Decimos principales, porque Carlos Zerpa es también diseñador gráfico y de esa actividad vive y extrae energías y medios para sus dos disidencias que el viene alternando desde hace algunos años sus instalaciones puramente objetuales y sus acciones corporales y escenificadas. Toda una voluntad de hacer visibles elementos, del pensamiento mítico de su realidad colectiva, atraviesa lo más tangible y denotativo de los objetos y lo más efímero y connotativo de los lenguajes corporales. Los mitos populares sin faltar los religiosos, animan el trasfondo de las acciones, mientras objetos invocan fetichizaciones consumistas, dejan sentir nostalgias surrealistas y su criptica organización o sintaxis nos suscitan interpretaciones personales y riesgosas, después de movilizar nuestra imaginación creadora.

Sus instalaciones van de las cajas a las ambientaciones, pasando por los escenarios de sus acciones. Todas ellas pobladas de objetos diarios, obedecen a una estructuración apretada y generosa en dignificaciones. La mayoría de los artistas visuales, prefieren permanecer en la tradición y producen objetos. Para el efecto utilizan imágenes, palabras y sonidos y expresan y se expresan, presentan o invocan realidades, incluyendo las biográficas. Otros como Zerpa, optan por elegir objetos entre los existentes y con ellos representan realidades intangibles, ya sea en la soledad de un “Ready Made” o en las acumulaciones de cosas del diario vivir. No se trata desde luego de las acumulaciones eurítmicas y utilitarias de los escenógrafos o decoradores de interiores; tampoco de los escaparatistas o ambientadores; menos, aun de los arquitectos y urbanistas. Carlos Zerpa prefiere instalar. Sitúa entonces los objetos elegidos fuera del tiempo y del espacio, en tanto selecciona objetos de muchos, tiempos y espacios, los yuxtapone estratégicamente y los somete a la mirada transubastanciadora del presente.



Los objetos se auto significan. Tienen un nombre, pero también testimonian un hecho o época, una raza o cultura, una religión o una realidad. Poseen

un valor de uso que llevan encima como una impronta indeleble. Realmente esta es indeleble, es apariencia y desaparece tan luego el objeto es descontextualizado y entra en pugna él con espacios extraños o contradictorios en busca de nuevas funciones y significados. En verdad no conocemos los objetos en sí. Apenas si percibimos las relaciones con sus similares, con su contexto y con unos sujetos que le imponen una función entre las extrañadas potencialmente por todo objeto. Así es como los objetos deambulan en el mundo de las funciones y de los significados. Sobre todo, en el arte. Recordemos los objetos que, como inquietantes enigmas, exhibían los surrealistas, los presentaos con desparpajo verista por los artistas Pop o los contravertores de los conceptos básicos del arte, tal como el urinario de Marcel Duchamp. Todos estos objetos van, de alguna manera, en contra del embellecimiento objetual, propio de los diseños, y los rebasan.

Zerpa descontextualiza también los objetos, pero para articularlos con otros y revelar en su totalidad realidades no-verbalizables. Inefables dirían los románticos. La articulación no es desde luego alegórica: aquella electora de objetos extraños entre si y unidos por el hilo de una idea, tal como nación, medicina o tecnología de algunos murales. Zerpa utiliza más bien la instalación expresiva y un tanto escenográfica. Ejemplos: Un altar con bandera, velas y periódicos, cuyos titulares aluden a Bolívar y a Venezuela, o bien otro, al caudillo desconocido. Estos pequeños altares adoptan un aire intelectual y denuncian, pero nunca llegan a la yuxtaposición Lautremontana (Un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección).

En algunas instalaciones, Zerpa se aproxima a las acumulaciones sin llegar a los extremos de Arman. Son sus vitrinas con fetiches y algunos objetos de magia. Ahora presenta obras que cabe denominar “narraciones objetuales”, por extensión y parentesco de narración semiótica, rótulo que hace unos años utilizara una crítica italiana para designar a las yuxtaposiciones de imágenes de pintores, tales como Barucello y Simonetti. Las narraciones objetuales son una suerte de caja de Pandora, ocultadoras aparentes de algo que debemos descubrir, pero que no es ni la esperanza del mito griego ni la agorafobia de que sufre Zerpa. Aquí el público tiene mucho que ver y muchísimo más que interpretar o significar.



Otras veces Zerpa, gusta exhibir, instalaciones en que vaga como alma en pena la mano humana. No la elogiada por Henri Focillon, en la creación de las imágenes. Enfrentamos propiamente el espíritu de la mano del marqués de Sade o de Jack el destripador. Una mano invisible y agresiva, pero muy humana, refuncionaliza los objetos y los convierte en armas de placer erótico, incluyendo torturas. Son las extensiones de la mano olvidadas por Marshall McLuhan, en las que el público puede imaginar múltiples usos sadomasoquistas.

En resumidas cuentas, Zerpa llama la atención sobre lo que está más de los atractivos formales, con lo que los objetos son vestidos por la estética mercantil de los diseños.

Si Carlos Zerpa yuxtapone objetos cotidianos con el propósito de revelarnos, en forma sensitiva, realidades escondidas y no-discursibles, ¿hace lo mismo con sus acciones corporales?

El uso de objetos por los artistas visuales, nunca escandalizó. Pero tampoco ellos estuvieron de moda, como las acciones corporales. La diferencia los acompaño siempre. La adoración de los objetos por nuestras sociedades de consumo, explica esto. Otra cosa con las acciones, fueron blanco de aireados ataques. Todavía hoy en público conservador, les reprocha el haber pasado de moda y carecer de sentido practicarlas. No quieren saber de la realidad. En todas partes del mundo aumentan la cantidad de artistas que las profesan. Incluso las nuevas generaciones las llevan encarnadas como una de sus más auténticos modos de expresión (recordemos el actual video musical) Lo importante ahora es el manejo de los lenguajes corporales, con su dosificación del tiempo que muestre virtudes sensitivas en la sucesión y yuxtaposición de gestos, movimientos, palabras, sonidos y objetos que integran el contenido. Siguen presentes las acciones conceptualistas de Marcel Duchamp, aunque hoy predomina la tendencia a poetizar una sucesión de símbolos. Entre esos extremos, el intelectual y el lirico, registramos atormentados expresionismos, obras de inspiración popular y regodeos lúdicos de buen humor.

Por ventura los artistas venezolanos de las recientes generaciones han sabido adoptar y desarrollar seminalmente las acciones corporales. Como un testimonio de vigor artístico de su ambiente cultural, los artistas jóvenes van contra corriente y oponen obra efímera a los triunfos del cientismo y demás objetualismos. Como resultado, distinguimos hoy en Venezuela, numerosos cultores de las acciones corporales, destacando un buen número de ellos por la elevada calidad artística de sus obras y la seriedad y dedicación de sus búsquedas. Entre estos destaca Carlos Zerpa y el conjunto ejemplar en América Latina.

Las acciones corporales son hoy practicadas en casi todos los países latinoamericanos. En parte como protesta contra el comercio del arte y en parte como un antídoto de los males que aquejan a las manifestaciones objetuales y que son los mismos de la sociedad de consumo: sobrevaloración d los valores materiales en detrimento de los valores espirituales. El objeto ha sido fetichizado por ser cotizable y vendible. Siendo menester revalidar, como lo mas importante del hombre, el acto humano, en general, y la acción de la sensibilidad en particular. También encontramos aquí tendencias politizadas y contraculturales. Al lado de las dos actitudes radicales, están las de la inspiración popular, las del espíritu lúdico, las liricas y las intelectuales. Sea cual fuere la finalidad, sus obras apuntan a las necesidades y valores locales, sin preocupación por la ausencia internacional. Al fin y al cabo, son efímeras y a lo sumo registrables, transportables en forma de imágenes fotográficas, fílmicas o televisuales.

Las acciones de Carlos Zerpa se caracterizan por aludir a relidaes de su país, con el fin de desenmascarar sutilmente tabúes, fetichizaciones y prejuicios colectivos. Penetra en el pensamiento mítico y se centra en los mitos populares: los mágico-religiosos referentes a fetiches y curanderos; los ético-politicos como Patria y sus símbolos; los del sentimentalismo que se manifiesta en boleros y otros modos de expresiones de amor y de la tragedia, Su desenmascaramiento equivale a señalar la falsa conciencia que agobia al hombre; algunas veces a causa de la falta de educación. Lo cierto es que las mentalidades míticas son más fáciles de manipular por los medios masivos. De allí que, en una de sus acciones, Zerpa ofrezca la Coca Cola como sangre divina un curalotodo. En su aferramiento al mundo cosmológico, el hombre común y corriente cae en la idolatría, mientras el sentimentalismo lo impulsa al patrioterismo y a los nacionalismos xenofóbicos, después de hacerlo llorar por una madre soltera en las telenovelas. En realidad, las mayorías demográficas de todas partes del mundo, siguen fieles al pensamiento y al arte religioso, Son extraños todavía el arte profano denominado culto.

Desde el punto de vista de las formas, son tres las virtudes más notorias de las acciones corporales de Carlos Zerpa. Primero. El suspenso que crea en el público al ir hilvanando los elementos. Posee una habilidad para manejar el tiempo. Segundo, la compenetración que logra en el uso público de los lenguajes corporales. Es tan profundo y serio en el manejo de las cosas triviales, que nos convence de estar él, realizando las tareas más importantes del mundo y nos contagia. No en vano en esta virtud destaca el alemán Joseph Beuys. Tercero, la variada sucesión de recursos estéticos (tropológicos y retóricos) al alternar e imbricar, contraponer y yuxtaponer la mordacidad y el chiste, la ironía y la seriedad, la violencia y la ternura, la palabra y el gesto, la rebeldía y la humildad.



domingo, marzo 02, 2025

Carlos Zerpa por David Galloway


 

Carlos Zerpa por David Galloway

Carlos Zerpa apunta una daga al corazón del espectador, presiona un revólver cargado contra su sien. Somos rehenes en una esfera público-privada que podría haber sido proyectada por un Dante o un Bosch de nuestros días—quizás, incluso, por el genio atormentado de William Burroughs. Y tiene esto en común con esos fabulistas: incluso sus imágenes más dolorosas están moldeadas con una belleza cautivadora. El cuchillo nunca pierde su filo, pero su brillo es más que la simple refracción de la luz. Es iluminación, éclaircissement.

El crítico quizá se vea tentado, y con razón, a situar tales logros en un contexto histórico-artístico. Estéticamente, hay paralelos llamativos con el movimiento arte povera. Filosóficamente, se piensa en la búsqueda de arquetipos míticos en la obra de Claudio Costa, Nancy Graves o los Poiriers. Formalmente, se pueden encontrar antecedentes persuasivos en los primeros “combines” de Robert Rauschenberg. Espiritualmente, el único contexto verificable nos remite a Joseph Beuys. En última instancia, todas estas referencias y tratados son irrelevantes. Carlos Zerpa es un original, una paradoja—firmemente enraizado en su tiempo y cultura, pero libre para elevarse por encima de los movimientos y direcciones mundanas del mainstream internacional, donde la sangre se seca con seguridad.

Los descubrimientos más felices del crítico a menudo ocurren por casualidad—no en el atelier donde tiene una cita, sino en un almacén de museo o en un loft repleto de los sintonizados por obligación, ya sea en SoHo o en el Marais. Como señaló Baudelaire, en otro contexto, ¡Hélasc’est! que le beau est toujours bizarre  (“¡Ay! Es que la belleza es siempre extraña”). Y, como continuó señalando, “No sería belleza sin esa casualidad”. Sin embargo, definir la belleza como extrañeza sería simplista. Podríamos, en cambio, acudir a la noción del punctum de Roland Barthes, ese detalle repentino que despierta nuestra fascinación y nos atrae a la imagen. Tuve uno precisamente el día en que Carlos Zerpa iba a ser galardonado con una de las “estrellas” del Salón de Arte Nacional. Era poco después de las 11:00 de la mañana del 11 de septiembre de 1983. Hacía una rápida visita a los almacenes del museo cuando algo pareció llamarme desde las sombras, y pronto me encontré arrodillado ante ello—no por piedad, sino por curiosidad para estudiar su técnica. “Zerpa”, dijo mi guía. “¡Zerpa!”, repetí, como si fuera algún tipo de conjuro. Ahí pude apreciar su estupenda vitrina, casi un almacén lleno de objetos mágicos, que se llamaba “Mi mamá me mima y yo en Capanaparo”.

Desde ese momento, parecía encontrar sus obras en todas partes—en otros museos, galerías, colecciones privadas. Hubo, para mí, solo un antecedente de esta confrontación intensa y sorprendente. Había ocurrido veinte años antes, con la obra de Robert Rauschenberg. Y había viajado a Caracas con motivo de la exposición de Rauschenberg allí en el museo de Arte Contemporáneo.

Incluso si tales “intersecciones” son producto del azar, sus implicaciones no son menos poderosas. En una entrevista periodística cuyo tema aparente era Rauschenberg, pregunté sobre Carlos Zerpa. Poco se sabía de él fuera de Venezuela en ese momento; y parecía que sus obras rechazaban el lenguaje indirecto y oblicuo en favor de un examen directo y sin concesiones del rico acervo de imágenes y mitos indígenas. Poco después de mi visita a Caracas, un amigo artista me llevó a una de las salas del Museo de Bellas Artes, en donde estaba Zerpa exponiendo muchas de sus obras en su exposición individual titulada “Grrr”. Ahí fue donde fui recibido por un joven intenso que extendió su mano y dijo: “Soy Carlos Zerpa”.

Ese momento fue el primero de una larga y fascinante serie. Me fue imposible olvidar a mi amigo en Caracas o escuchar su nombre de las más diversas fuentes en los años transcurridos desde entonces. El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas ahora posee dos de sus principales obras (La vitrina en homenaje a la Casa Lux y la Casa Zerpa, y una obra pintada con botones sobre la Ultima Cena de Leonardo Da Vinci) y la Art Gallery of Western Australia, en Perth, Australia, tiene su majestuosa ala hecha con afilados cuchillos.

Allí, Carlos Zerpa y su trabajo no tienen “sentido” de una manera didáctica o lineal. Los elementos que los componen—una combinación de medios rica en ritual, objetos encontrados, preparados, ensamblados y combinados—podrían parecer aleatorios. Pero tales configuraciones tienen, creo, su propia lógica, la lógica de la coherencia inherente de la obra y de su intensidad vital, que permite su belleza innegable.

Los temas de Carlos Zerpa suelen ser teatrales, amenazantes; por lo general, rozan el umbral de la violencia. Tal es la fuerza y vitalidad de la vieja cultura de la que han brotado estas declaraciones anárquicas. Para cualquier ejercicio académico, ha ofrecido demasiado.

 

David Galloway

David Galloway fue editor colaborador de Art in America y crítico del International Herald Tribune. Ex jefe de curaduría del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán y ocupó la cátedra de Estudios Americanos en la Universidad del Ruhr en Alemania.

David falleció a los 82 años, el 28 de diciembre del 2019.

GeGo y Leufert se portaron de maravilla conmigo

 

GeGo y Leufert se portaron de maravilla conmigo, cuando llegué de Italia, recién graduado de diseñador visual.

En verdad me abrieron muchas puertas y me invitaron a participar en muchas cosas de diseño.

Me apoyaron con mi revista plegable "Punto Grafico"

Leufert escribió ahí.

GeGo me regaló un par de litografías.

No tenían por qué hacerlo, yo era un muchacho loco y desbordado

Pero lo hicieron

Los quise mucho

Gerd Leufert habló con Alfredo Armas Alfonso, y entonces incluyeron un par de portadas de libros que yo había diseñado, dos carteles y la revista "Punto Gráfico" .

Revistas, portadas y carteles que realicé para la Universidad de Carabobo, cuando trabajaba ahí.

Todo aparece en el libro que publicaron sobre el diseño gráfico en Venezuela

Yo entré ahí por Leufert

Nadie conocía lo que yo hacía en diseño gráfico para la Universidad de Carabobo

A Leufert le gustaban mis locuras

Bueno

Yo venía de la Scuola Politécnica di Design y de la mano de Bruno Munari

Más chiflado que yo

La Universidad de Carabobo PRESENTE en el único libro/biblia del diseño gráfico en Venezuela



ZZ…En el arte definitivamente hay que atreverse, hay que participar de una subversión por la libertad total como dijo el querido maestro Frank Zappa…ZZ