El juego de Carlos Zerpa
En sus últimas creaciones, el artista convierte elementos mundanos en arte
En sus últimas creaciones, el artista convierte elementos mundanos en arte
GIULIANA CHIAPPE
EL UNIVERSAL
EL UNIVERSAL
Domingo 23 de mayo 2008
La expresión con la que Willy The Pimp mira de lejos, parece dispersa. Más de cerca es posible comprender tal dispersión: su rostro inmenso está compuesto por centenas de juguetes, soldaditos, muñecos de cadenas de comida rápida, canicas transparentes y de colores, dinosaurios y carritos.
Y es que Carlos Zerpa, el artista plástico que ideó a Willy The Pimp y otras 70 obras que componen su más reciente muestra, se la pasa jugando. Él concibe el arte como algo para divertirse y eso se nota en lo que exhibe: casi todas las obras, a excepción de muy pocas, lucen muchos colores, propuestas nada rígidas y una mezcla traviesa de lo sagrado con lo mundano.
La primera parte de la exposición -que se puede ver en la galería Ascaso, de Las Mercedes-, muestra obras en lienzo y papel. El acrílico es uno de los métodos favoritos de color. Una novedad son los dibujos realizados en acrílico sobre papel pues "requiere de velocidad, ya que se seca enseguida y, a diferencia de la tela, en el papel no se puede corregir nada. Cualquier error se queda así. Esa rapidez forma parte del juego".
A pesar de que la muestra es enorme, destacan algunos temas recurrentes: toros, venados, floreros, frutas, rostros, cruces y santos que, en esta exposición, son "mutantes", compuestos por miles de artilugios que más fácilmente pueden conseguirse en la ferretería o en un baúl de juguetes de niño que en una tienda dedicada al arte.
Cada tema tiene su historia. Zerpa la cuenta mientras recorre la exposición.
Comienza con Willy The Pimp. En el resto del mundo, es el nombre de una canción de su músico favorito, Frank Zappa. En la muestra de la galería Ascaso, es el título de un enorme retrato hecho con juguetes. Para Zerpa esta obra tiene un sentido especial, pues los juguetes eran de sus hijos, hoy de 18 y 9 años, cuando eran pequeños. Ellos jugaron primero y después se los cedieron al padre, para que jugara también. Es una obra con doble perspectiva: de lejos es una cara y de cerca, el rostro se diluye pues el espectador se concentra en ver las partes -los juguetes- que componen las facciones.
Los toros son doce. Cada uno tiene su lienzo y su personalidad. El primero fue un toro constelado, inspirado en otro creado primero por Mario Abreu, a quien Zerpa considera un maestro. Otro tiene el rostro de Sakura, su perrita pug. Y un tercero recuerda al Guernica de Pablo Picasso con los colores de Vicent Van Gogh. El pintor quiso así homenajear a esos dos grandes, pero le añadió un elemento adicional: un volcán pequeño a un lado de la pintura. "Eso está allí porque cuando yo era pequeño y veía el Guernica, veía el toro y atrás un volcán. De grande fue que descubrí que no era ningún volcán sino la cola del animal", recuerda.
Un par de venados mira alegremente a los visitantes. La inspiración le llegó del horror que le produjo ver unos trofeos de caza. "Por eso los dibujé principescos y vivos. Así tienen que ser los animales", refiere. Los nada clásicos jarrones de flores y las naturalezas muertas -o vivas como prefiere llamarlas- significaron un reto para el artista: "Siempre me había resistido a pintar lo tradicional. Así que decidí reinventarlos. El resultado me gusta mucho, realmente". Son telas llenas de colores vibrantes y con propuestas que pueden parecer extrañas: frutas voladoras, jarrones con rostros.
Los íconos religiosos fueron reinterpretados. Con ellos Zerpa jugó mucho más aún. Las aureolas están hechas de cuchillos -objetos que desde niño ejercen una atracción singular sobre el artista-, lápices, corchos y guantes. Los rostros son botellitas y elefantes de plástico en miniatura que trajo de un mercado mexicano, tapones de Clicqot o moneditas entre muchos otros objetos. Lo de las monedas tiene su anécdota: "Un día estaba en el aeropuerto mexicano y me puse a hacer figuras con el sencillo. Hice algo que parecía un santo. Lo anoté en la libreta que siempre llevo conmigo y lo plasmé. Fue el primero que hice", cuenta. Otro está hecho, casi todo, con recortes de muñecos de Pokemón que pertenecían a su hijo mayor, Santiago.
Un par de cruces está compuesto de piezas de dominó. A Zerpa le gustan particularmente. Un día jugueteaba con las "piedras", haciendo formas, y se le ocurrió formar una cruz con ellas, aderezadas con otros elementos que tampoco tienen que ver con el arte tradicional.
Tan original muestra, creada durante cuatro años de trabajo, podrá verse hasta el domingo 1 de junio. La clausura también será fuera de lo común: un perfomance de rock duro que se cuela con la concepción artística de Carlos Zerpa.
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