jueves, febrero 24, 2011

TRES CONFESIONES A MI DOCTORA


TRES CONFESIONES A MI DOCTORA
PRIMERA
He estado de viaje por más de dos horas para poder estar aquí y cumplir con mi cita querida doctora. Yo ocupaba la parte delantera del vehículo en el que vine con otro pasajero y el chofer, en el asiento de atrás venían otros tres hombres, casi todos dormían o leían la prensa, o pensaban en quién sabe qué… el hombre que manejaba estaba separado de mi por uno que dormía, yo por mi parte he preferido ir en esta cabina dándole utilidad a las horas de viaje, es de suma importancia para mí no perder mi tiempo.
Al inicio venia contando las partes de la fragmentada línea, que divide el canal derecho del canal izquierdo, luego perdí la cuenta cuando mi pensamiento se puso a lucubrar cosas en relación al largo y ancho de estos fragmentos, y la posibilidad de su igualdad por tamaño, color, forma y tiempo de ellos.
Pensar en esa línea fragmentada me hace bien, contar los espacios es como una oración, es una experiencia mística ya que he llegado a sumas impresionantes, he contado hasta llegar a cifras que usted ni creería… ¿sabe? He descubierto que se contar hasta unas cantidades que desconocía.
Me confieso además que muchas veces he hecho el mismo viaje, unas veces para contar las líneas y otras para contar los espacios entre ellas.

SEGUNDA
Hoy he amanecido igualmente de temprano, listo para emprender las labores del día mi querida doctora. Es importante para mí el levantarme a eso de las 6 de la mañana, ya que cuando llega la noche me parece que he vivido mas y que tengo más experiencias… claro que todo iría bien a no ser por mi tormento.
Quisiera explicártelo pero no sé si lo entendería, su causa la ignoro, aunque imagino que debe ser a causa de algo que pasó cuando era niño, quizás superprotección.
El efecto o más bien el resultado son montones de cuadritos de papel de dos centímetros y medio por dos centímetros y medio, todos recortados por mí en estos días que he pasado en casa de mis padres, todos esdtos cuadritos han sido medidos por mi y recortados por mi… lo que siento no sé si lo entendería doctora, pero una vez recortados pierdo el interés en ellos, porque lo que me interesa es la acción de recortarlos. Ahora ellos se amontonan alrededor e mí y me exigen un uso, sé que me reprochan el no darles una razón para su existencia, una razón de vida.

TERCERA
Me he quedado un rato mirando a un hombre que estaba en la calle junto a mí, el repetía su acto una y otra vez sin importarle quien lo mirase, el trataba de quitarse de la cabeza algo que se le paraba encima, o un sombrero, o un pájaro o unas manos, ¿yo que se? El veía ese algo y lo sentía sobre su cabeza doctora, luego me recordé de un hombre al que vi hace muchos años en otra ciudad, el cual estaba escribiendo en el piso, en la calle, en la acera, con un pedazo de ladrillo, con una tiza, con la cáscara de un limón, o con un carbón y hacia una suma interminable… 0+0+0+0 cero mas cero mas cero mas cero, 0+0+0+0 cero mas cero mas cero mas cero 0+0+0+0+0+0+0+0.
También vi muchos escritos en el piso de otras ciudades, alertándonos de muchas cosas, por medio de ellos fue que me entere que en las iglesias estaban usando los rayos ultravioletas para alterar la volud de los hombres y hasta supe que un perro había mordido la mano de su propio amo, a causa ntade esos rayos; con el tiempo y caminando por esas mismas calles descubrí al autor de dichos escritos, conocí de vista al autor de esos “mensajes”… ya viejo y con una especie de carreta llena de perros, él se disponía con un pincel y pintura blanca a retocar sus pisados escritos… Esto fue en Milano ciudad de Italia mí querida doctora.
Yo también he dicho cosas y usted lo sabe, he tenido pensamientos magistrales y con el bolígrafo los he escrito en la suela de mis zapatos. Una vez recuerdo escribí en la suela de mi zapato izquierdo el nombre de un perro.
Yo también tenía un perro doctora.

miércoles, febrero 09, 2011

El regreso del Doctor Killer




El regreso del Doctor Killer
con el Elixir del Dictamo Real.
La ciudad lo conocía como “El Hijo del Médico Asesino”…


Los más sofisticados se referían a él como “El Doctor Killer”, aunque todos en la ciudad lo conocían como “El Hijo del Médico Asesino”… Bueno, en verdad si era hijo del famoso “Médico”, pero nunca en su vida ni él ni su padre habían matado a nadie, aunque la gente al día siguiente de beber sus brebajes literalmente se sentía morir. Muertos en vida quedaban con un ratón, con un chuchaqui y explotándoles la cabeza con la peor migraña que jamás habían tenido en su vida, aunque al rato, después de un par de aspirinas, una vez ya en forma y pasado el dolor, estaban de nuevo haciendo fila delante de su casa para comprar más de esos licores exóticos.
Era experto preparando la “Leche de Burra”, utilizando leche evaporada y el aguardiente de caña clara, y haciendo todas las “Guarapitas” que uno se podía imaginar, mezclando rones blancos, cocuy de penca y aguardientes de caña con poncigués, merey, mamey, hierba buena, canela en ramas, anís estrellado, flores de manzanilla, frutas tropicales y muchísima azúcar morena de papelón.
Su ponche era famoso, más rico que el “Ponche Crema de Heliodoro González” y que el “Ron Pope Mexicano” juntos y no era otra cosa que poner en practica la receta que le diera hacia muchos años ya, doña Francisca Borjas, “Doña Pancha”, en San Fernando de Apure. (La misma señora Apureña, aquella que tenía en su casa un caimán, con todos los dientes de oro de 24 quilates…) Ponche hecho con leche de cabra, muy caliente, amarillas de huevos de pata, ron añejado en barricas de roble, semillas de nuez moscada ralladas, leche condensada y azúcar rubia de panela, que llamaba “El ponche de la Abuela Pancha”.
En verdad se apellidaba Canales y todos sus amigos de infancia lo llamaban por su apellido, así había sido desde siempre, hasta que comenzó el negocio alquímico heredado de su progenitor y comenzaron desde entonces a llamarlo “El Hijo del Médico Asesino”, ya que ese médico del cual heredó el apodo no era otro que el famosísimo inventor de licores caseros, quien le enseñó desde niño, el negocio y todo lo que sabía de alquimia… “El Dr. Killer”.
Ellos tenían en la parte de atrás de su casa estantes y estantes llenos de botellas de vidrio, barriles, alambiques, barriletes de barro, de madera y de vidrio, tuberías de alambre, de estaño y de cobre.
Usaban zumo de limón para cortar las mezclas y Maizina Americana, esa harina de maíz que ya era un orgullo nacional, para darle cuerpo y engrosar las pastas. Sacaban y destilaban aguas alcoholadas glaciales, y las hacían de tomillo, de rosas y de la flor del naranjo… Tenían ese gran don de saber el punto exacto, la dosis justa, el toque perfecto para las mezclas, la cantidad exacta para cada ingrediente, como decía Truman Capote, “Ese don que es como un látigo que Dios les dio”.
Utilizaban cientos de hierbas, raíces, tubérculos, rizomas, tallos, semillas, cortezas y hojas… todas estaban colgando del techo de su casa, al lado de las orquídeas, de las bromélias y de las matas de sábila.
En los potes de la cocina, muy bien etiquetados tenían el culantrillo, el orégano, la pimienta, las hojas de laurel para los pollos de la cazuela, el malojillo, la hierba pangola, la hierba mora, la pica pica, el comino, los piñones árabes y las hojas de la vid. Luego estaban los envases de madera curtida, de agradable aroma, repletos de frutos secos: de manzanas deshidratadas, de dátiles, de ciruelas pasas, de orejones, de cascos de guayaba, de rajas de toronjas, de cuadritos de lechosa, de uvas de playa, de cambures pasados resecos a punta de sol, e higos traídos de la ciudad de “Bergamo Cittá Alta”, en Italia.
Pero lo que ellos llamaban su “Cámara Secreta”, era realmente la envidia de los alquimistas y el punto clave de este relato, ya que en ese lugar guardaban con celo sus más preciados ingredientes, esos que le daban el punto, para que sus licores fuesen en realidad algo especial… Si tú eras en verdad una persona de su entera confianza, un verdadero amigo, un antiguo cliente o su paciente, sólo entonces bajabas con ellos las empinadas escaleras de caracol a un especie de sótano, entre un sopor y un empalagante olor a alcoholes y flores… luego que las pupilas se te dilataban podías ver el mágico tesoro que encerraba esta cripta. Allí estaban los alambiques misteriosos con entorchadas tuberías de estaño, de donde salían los licores más exóticos y alucinantes, estaban los frascos y botellas conservados en completa oscuridad, alumbrados tan sólo por una bombilla de color púrpura, de la llamada luz negra. En aquel lugar conservaban y maceraban las pencas para un cocuy mas arrecho que el mezcal Mexicano, ahí tenían los gusanos de maguey, las conchas de plátano, las semillas de manzana, las guayabitas del Perú, el azafrán traído de España, las amapolas traídas de China, las hojas de tabaco de Turquía, los pétalos de flores de cayena, el cuerno e´ciervo, la resina de la cannabis sativa, los bonsái de jengibre, el chile piquín, el chile chipotle, el polvo de mostaza, el polvo de tamarindo, el ají chirel, las flores de Jamaica, las nueces de Brasil, los huevos secos de iguana, los hicacos, el pan de palo, las piedras imán, los cuarzos, los ámbares y bajo una campana de vidrio, en una cajita hecha de madera de roble, atesoraba el preciado “Dictamo Real”, esa diminuta hierba que solo descubrían los pequeños venados en la selva y a la que poquísimos humanos tenían acceso… Crèanlo o no, ellos tenían esa matica, la guardaban y atesoraban con gran celo en su bodega, traída para su laboratorio desde el mismísimo corazón del Amazonas, el mágico “Dictamo”… Del que decían los expertos, era el secreto de la eterna juventud y el hermano sanguíneo de la piedra filosofal.
“El Hijo del Médico Asesino” nos contaba historias acerca de la astucia y la paciencia que tenía que poseer el que iba tras de esta hierba prodigiosa, generalmente un guerrero de esas etnias primigenias que habitan las selvas lluviosas del Amazonas Venezolano, un Yanomami, un Panare… El hombre tenía que seguirle los pasos a un pequeño venado de velludos cuernos y de piel moteada durante toda una madrugada. Con mucha paciencia esperaba en silencio a que llegara el amanecer, pues esta plantita solo se ve en ese momento y luego cuando el venadito estuviese husmeando entre las plantas y diera con el codiciado “Dictamo Real” de inmediato tendría que gritarle fuertemente para ahuyentar al animal y dirigirse a tomar entre sus dedos la apreciada y pequeña hierba que tiene una diminuta florecita morada, presuroso la llevaría al “Chabono”, para que el “Piache” preparara con ella el mágico licor, el alucinante aguardiente llamado “Licor del Dictamo Real”, y así junto con los otros miembros de la tribu, poder beber y comunicarse con sus “Hecuras”, con sus ancestros y con los espíritus de la selva.
Hoy que hay luna llena, mi amigo el fotógrafo Nèlson Garrido me dio a probar de ese mágico Elixir que trajo en uno de sus viajes de la ciudad de Valencia, preparado con mucho esmero por el mismísimo “Hijo del Médico Asesino”, ese licor que hace despejar la mente, que produce en quienes lo toman “Estados Alterados de Conciencia” y causa en nosotros como “suero de la verdad”, una desinhibición tal que permite a todos desnudarse y decirse lo que en verdad se siente sin ningún tipo de mordaza… Tomamos entonces unos sorbos más del “Dictamo” y nos montamos en un automóvil en Caracas rumbo al estado de Yaracuy el fotógrafo Garrido, el escultor Carlos Quintana y yo… Así viajamos los tres y surgieron estas historias a lo largo del camino… Tres horas del “Doble Viaje” que parecieron tres días… Tres de tres, tres por tres.
Carlos Quintana es quien nos relata, que el millonario industrial Nelson Rockandfellar en su autobiografía: “Mi Life Like a Dream” (Libro, que Quintana se había leído hacía apenas unos días) narraba como una tormenta fuerte de ranas rosadas cayó en una oportunidad, sobre un campo de golf en su hacienda “Monte Sacro” a las afueras de la ciudad de Valencia en el Estado Carabobo de Venezuela. Esta fue una lluvia de ranas del tamaño de una moneda de 25 centavos Venezolanos (De un medio) que se precipitó sobre John Lennon, sobre Yoko Ono y sobre mi, decía Mr. Rockandfellar; "No podíamos creer lo que veíamos", estábamos caminando por la hacienda, por los campos de golf, tomando licor del “Dictamo Real” cuando de pronto comenzó a llover fuertemente y nos dimos cuenta que además del agua, algo saltaba sobre nuestras cabezas… Eran cientos de ranitas que caían, vivas y saltando sobre la grama y en ese poblado cercano a la Laguna de Tacarigua, John bailaba de la alegría y Yoko emitía agudos gritos y estridentes chillidos insoportables, en esos “tres minutos de una eterna eternidad” como lo diría Frank Zappa… Esto ocurrió en Febrero de 1971, cuando la lluvia ese día, el casi diluvio, cayó sobre las cabezas de los ayudantes de faena de la hacienda, así como también sobre los patronos, y de una pareja de músicos que vestían completamente de blanco… Este torrencial aguacero traía además del agua miles de diminutos batracios rosados de ojos negros y saltones.
El curioso evento atmosférico fue investigado luego por los miembros de “The Nature Conservation”, quienes llegaron de los Estados Unidos esa misma tarde en una avioneta que aterrizó en el aeropuerto privado de la hacienda y confirmaron para la estupefacta comunidad científica del mundo, que las ranitas sí habían caído con las lluvias, que ellas provenían del Sahara y que habían sido arrastrados por fuertes “Vientos Alisios”; la arena rojiza que cubrió los campos sembrados, los blancos caballos árabes y las casas del área podían confirmar esta hipótesis… Pero, Carlos Quintana insistiría en la idea, que las ranas fueron lanzadas en verdad desde un platillo volador… El nos decía que los causantes de estas lluvias de batracios eran los tripulantes de las naves extraterrestres, platillos, Ufos, Ovnis que lanzaban fuera de dichas naves a las especies animales que ya habían estudiado y que las devolvían así a la tierra, de donde previamente las habían tomado… Guauuu!!!!
Algunos parroquianos y jornaleros aseguraron que aparte de John Lennon y Yoko Ono, también estaban bajo la lluvia: Mick Jagger, David Bowie, Eric Clapton, Jim Morrison, Jimmy Page y Ringo Star… Pero esto no era verdad, y aunque ellos lo juraron por la santa cruz, nosotros sabemos que esas son cosas propias del Dictamo Real.
Todas las tardes y las noches venían a la tienda del “Hijo del Médico Asesino”, los hombres jóvenes del pueblo a llevarse las “Guarapitas” de parchita, mandarina y del licor afrodisíaco de Guaraná, venían las mujeres a llevarse el ponche crema y el licor de café, los viejos venían por el licor de “Babandí”, el de “Yohimbina” y el de la “Machaca”, llamados por muchos el “Viagra Natural”, el “Rompe Colchón” o el “Parapipe”… venían también los más jóvenes por su famosa y magnífica cerveza negra y amarga, y uno que otro niño también venía por su botellita de Maltena, esa cerveza negra endulzada con un caramelo hecho de azúcar quemada.
Muchas personas le preguntaban al “Médico” por el mágico licor del “Dictamo”, pero él no se los vendía, prefería guardarlo sólo para clientes “iniciados” y para sus amigos… sólo para gente de verdad muy especial.
La casa del “Hijo del Médico Asesino”, el lugar de habitación del señor Canales, quedaba en la esquina de la piedra e´tranca, en las Cocuicitas, cerca de la plaza 5 de julio y de la Glorieta de San Blas, en la Valencia del Rey… y era fácil encontrarla porque siempre estaba pintada de un blanco muy limpio, porque su puerta azul eléctrica, de ese “Azul Yves Klein” estaba siempre abierta y porque la gente siempre estaba allí, haciendo fila.
Canales, una tarde después de venderle la segunda botella del “Dictamo Real” al Garrido, le preguntaría por la vida del industrial millonario y por aquella parejita de extranjeros sonrientes que vestían de inmaculado blanco; Nelson haciendo memoria, le aseguraría al Médico, que al día siguiente de la lluvia de las ranas y también en su avioneta privada, el señor Rockandfellar, el inglés y la japonesa, se dirigieron a la localidad de Guama, esa población rural en el Estado Yaracuy, en aquel viaje que parecería disparatado pero que tenía una razón de ser. Ellos asistieron en una “gallera”, a un “palenque”, a ver una pelea clandestina propia del circo romano, una lucha cuerpo a cuerpo, el combate a muerte entre un toro de lidia y un jaguar Amazónico; Garrido le dijo a Canales, que él mismo tomó muchas fotos del evento en donde un gigantesco toro negro muy furioso fue metido en una gran jaula y por otra compuerta se introdujo luego a un jaguar del Amazonas… El fotógrafo recuerda la furia del combate, el cocuy de penca que se tomaba en el evento, las apuestas millonarias y la sangre que corría y salpicaba los trajes de los presentes.
¿Pero, quién ganó la lucha? Le preguntaría “El Hijo del Médico” justo en el instante en que le servía en un pequeño vaso de vidrio un poco más del licor del “Dictamo”. Ganó el jaguar, ganó el tigre… el toro terminó con el cuello destrozado y ahí mismo delante de todos, el hambriento jaguar comenzó a comérselo hasta los huesos; el felino también resultó herido, tenía cornadas por todo el cuerpo, había perdido un ojo y su sangre se mezclaba con la del vencido… aun así se lo comió todo, dejando nada más la osamenta en el medio del terreno… ¡Oh, Dios… Cuanto horror!!!!
¿Y el industrial y Lennon y La Yoko? Preguntaría angustiado Quintana.
Él no recuerda bien en que momento se fueron ellos, pues sus ojos estaban puestos en el terrible y sangriento combate… Era en verdad un espectáculo espeluznante y lleno de sangre, mucha sangre ¿Y que pasó con el Jagger, el Bowie, el Clapton, Jim Morrison, Jimmy Page y Ringo Star? Preguntó una señorita con dientes de lata y muy entrometida que escuchaba el relato con los ojos abiertos y de este tamaño.
Coooooño que no estaban, que ellos no vinieroooon a Yaracuuuuuy!!!!!! seguro que ellos, se fueron ese día, al concierto de “Led Zeppelín” en el Madisson Square Garden en NY, deseosos de escucharlo tocar “Escaleras al Cielo”… Pero en Guama, te lo aseguro que NO estuvierooooon!!!!!!
Una cosa si es cierta, nos decía Garrido mientras ponía fondo blanco a su vaso… Cuando al John le preguntaron en la aduana del aeropuerto JFK de Nueva York por las manchas de sangre en su inmaculado traje blanco, nunca contó que era de la sangre de un toro y la de un jaguar, ni tampoco dijo que lo que manchaba sus hombros, eran las huellas de unas ranas rosadas que cayeron del cielo; si no –dijo- que se había manchado con un poco de semillas de “onoto” y cuando los guardias le preguntaron acerca de la botella llena de ese licor que llevaba consigo, él respondió que era de un buen Ron Venezolano pa`los amigos y fue así como lo dejaron entrar a la ciudad que nunca duerme. Claro que era otra época y que nadie se iba a imaginar que de verdad lo que llevaba consigo el Lennon, era un litro entero de ese “Elixir Amazónico” preparado por el mismísimo “Hijo del Médico Asesino” en Valencia… Licor que pensaba compartir con sus amigos cuando regresara del viaje… Aunque el Lennon nunca lo compartió, pues se llevó el elixir a su apartamento en el Central Park y lo utilizó para entonarse, escribir y componer esa estupenda pieza que luego él tituló “IMAGIN”, esa maravillosa canción en la cual él le pedía a la gente, que imaginaran que no existían fronteras que dividieran a los países, que no existía nada que matar ni nada porque morir, que no existían guerras ni tampoco religiones… además apuntando algo que consideró importante y fue en su reflexión final, también en la misma canción: “Quizás tu pienses que yo soy un soñador pero no soy el único y espero que tú también te unas a nosotros”. Indudablemente Lennon en pleno “viaje astral”, se confesaría como un hombre de mucha fe más que como un soñador.

You may say I`m a dreamer
But I`m not the only one
I hope someday you`ll join us
And the world will live as one

Aquella era otra época sin dudas, hoy en día han desaparecido tantas cosas de nuestra querida Valencia del Rey, de esa ciudad de la cual ¡ya ni se tienen recuerdos! Desapareció la plaza de toros “Arenas de Valencia”, desapareció la fuente de soda “El Cubanito”, “la Casa Lux” de los hermanos Zerpa Malpica, “Las Pulperías de Don José” y “El abasto de Don Jesús”, la venta de tostadas del popular “Perecito” y el laboratorio alquimista en donde experimentaban el “Médico” y luego su hijo… Y cuando uno les habla a las nuevas generaciones, del “Médico Asesino”, poca gente sabe de qué se habla... Ya nadie sabe nada, ya nadie recuerda nada, ni a nadie en verdad le interesa nada, todo ha quedado en el olvido… Los más jóvenes ni se enteran de nuestro pasado reciente, en esta ciudad sin memoria… ni se dieron cuenta de la muerte del padre y mucho menos de la muerte del hijo, nada recuerdan de aquellos otrora alquimistas de pócimas embriagantes, ya que los dos se llevaron sus recetas secretas, junto con ellos, al más allá.
Dicen los abuelos que cincuenta años después de la muerte del “Dr. Killer”, su cuerpo debía ser trasladado del cementerio de Bejuma al de Naguanagua, para ser enterrado en el mismo lugar en donde ya estaba el de su hijo, aquella tarde a eso de las 4, se abrió la sepultura y en el ataúd se encontraron para sorpresa de todos, entre las cenizas y los grises huesos, una lengua con movimiento, tan entera, rosada y fresca como si estuviera viva… Era la lengua del “Doctor Killer” padre del “Hijo del Médico Asesino”, esta fue llevada de inmediato a la catedral de Valencia y desde allí, el Cardenal Quintero la enviaría directamente al santo Papa de Roma, en donde desde entonces, la mantienen en un frasco de vidrio en el museo de la ciudad del Vaticano.
Si por casualidad algún día alguno de ustedes tiene la oportunidad y va de visita a Italia, no dejen de visitar ese museo, entren al ala izquierda en el “Pabellón de Arte Religioso Moderno” (Creado en 1973 por Pablo VI y que se ubica en las Estancias Borgia). Allí la podrán ver, en la vitrina dorada que alberga “Mil Lenguas Santas”… Está al lado de la lengua también rosada y también viva del Santo Portugués, San Antonio de Padua y tiene una etiqueta que la identifica como “Lengua Santa del Doctor Canales de Venezuela”…”La Lengua del Doctor Killer”, las mágicas Lenguas de estos Santos Mutantes.
Las dos lenguas parecen gordos gusanos de Mezcal, “Gold Fishs” o más bien, dos peces “Beta” nadando en círculos, cada uno en su recipiente como en un acuario, una al lado de la otra y dispuestas a batirse en duelo a muerte en cualquier momento.
Todos los años en el mes de Julio, son miles los peregrinos, provenientes de los más dispares sitios del planeta, quienes van a ver y venerar esta “Lengua Viva”, “La Lengua Santa”, que se exhibe en museo. Ellos la adoran, le encienden velas, le llevan presentes y rezan delante de ella…
Además, son ya muchísimos los milagros y las curaciones que se le atribuyen al “Doctor Killer” después de su muerte… Dicen que se aparece a media noche, a las personas enfermas cuando la luna está llena y lo hace para sanarles de sus dolencias, dicen que en el lugar en donde aparece su “Anima”, resplandece con una luz verde, que brilla en la oscuridad como si fuese un holograma, que el sitio se cubre de flores blancas, se llena de música y se impregna de un fuerte aroma al elixir del “Dictamo Real”…
Pero esa ya, es otra historia.

miércoles, febrero 02, 2011

Él nunca me lo perdonó

Él nunca me lo perdonó
CZ

Entré a su cuarto y lo encontré con las zapatos de tacón de su esposa modelando ante el espejo... mariquísimo.

Él nunca me lo perdonó

Entré a su cuarto y lo encontré bailando solo practicando escondido los pasos de "Aserejé".

Él nunca me lo perdonó

Entré a su cuarto y lo encontré desnudo con todo el cuerpo lleno de vaselina y solo con unas botas de cowboy puestas.

Él nunca me lo perdonó

Entré a su cuarto y lo encontré abrazando a una almohada, metido bajo de su cama fumando.

Él nunca me lo perdonó

EL TORITO CUERNOS DE FUEGO


EL TORITO CUERNOS DE FUEGO
Carlos Zerpa

Mi mamá dice que los champiñones que venden en el supermercado no son hongos, que son artificiales, me dice mi amigo Beto mientras comemos en su casa de Mitla en México. Esta sopa que te estás tomando está hecha con hongos que nosotros mismos vamos a recoger en esa montaña sagrada que ves al frente, vamos toda la familia una vez al año y los guardamos congelados para usarlos durante los 12 meses restantes, estos hongos nosotros los Zapotecos, los llamamos B-E.
Con el almuerzo aparte de la deliciosa sopa, también comimos guajolote en un mole amarillo de chiles, tortillas caseras de maíz y tomamos una jarra de agua de hojas machacadas de limón.
Terminamos de almorzar y mientras nos tomábamos un buen Mezcal reposado nos sentamos en el piso un rato a reposar el almuerzo y a ver la bella y majestuosa montaña frente a nosotros.
Le comenté a Beto que veía a los pies de la montaña unas grandes rocas moradas, casi de color púrpura… Entonces mi amigo sonriendo me dijo que no todo el mundo podía ver el color de esas piedras, pero que si tenían tonos violetas, que en esa misma montaña hay una catarata petrificada que pocos conocen llenas a sus pies de piedras moradas… y que me iba a contar la historia de esas grandes piedras violetas porque eran en verdad portales.
Dentro de esa montaña vive mucha gente en un universo paralelo, muchos de los habitantes del pueblo que desaparecieron misteriosamente viven adentro, así como también muchos de los que murieron pueden ser encontrados allí.
El señor González era muy querido en el pueblo pero la gente decía que estaba un poco loco, que hablaba con extraterrestres, que veía fantasmas y hablaba de cosas raras; él aseguraba que podía entrar a la montaña por medio de la roca morada, que había sido escogido y por eso le revelaban cosas y adentro de esa montaña aprendía cosas.
El caso era que González salía una mañana, por arte de magia desaparecía, aunque removieran cielo y tierra nadie podía dar con él y cuando la familia lo volvía a ver era una semana después, entonces él respondía que no se había ausentado una semana si no una sola tarde o por el contrario decía que se había pasado todo un año dentro de la montaña y solo había desaparecido una hora.
Un compañero de infancia y juventud de Gonzales era Manuel Fernández, se había hecho poderoso y ganadero, rico y hacendado, un vaquero que ostentaba sus botas de piel de serpiente cascabel, su sombrero de cowboy y el dominio de su caballo blanco sobre el cual se paseaba por el pueblo pavoneándose y luciéndose con las muchachas.
Fernández desde su caballo, en medio de la plaza, frente a la iglesia y delante de casi todo el pueblo le dijo a González con una sonrisa cabrona en los labios y con voz altanera que era un mentiroso, que se la pasaba de vago sin hacer nada e inventando esa sarta de chingaderas para engañar a su gente; a lo que González le respondió con un reto directo: “A ver tu que te la das de chingón y de ser el compadre mas padre de Mitla, a ver si te atreves y vienes conmigo dentro de la montaña para que se te quite lo valentón, pinche mamón”.
Y así fue, al día siguiente a las cinco de la madrugada, los dos amigos, los dos hombres caminaron solos hasta el pie de la montaña, se detuvieron frente a la gran roca púrpura y pusieron las palmas de sus manos izquierdas sobre la fría piedra, permanecieron en silencio y zassssssss!!!! La roca se abrió en dos, una fuerte luz como de reflectores salió de adentro de la montaña y sin dar un paso ya estaban adentro de ella en medio de un largo zumbido.
Dentro el sonido era como de música y había muchísima gente esperándolos, Manuel reconoció el rostro de muchos de los que antes habitaban en el pueblo que lo saludaban y que habían desaparecido, muchas niñas correteando felices que eran como gueras y de otra raza, parientes que habían fallecido y hombres flacos y largos que le sonreían.
Paseó la vista sin pronunciar palabra con su mano derecha en la cacha de su revólver Colt 45, cuando vio sobre una piedra plana y morada un furioso toro enorme, de color negro, que en vez de cuernos tenia fuego o más bien que sus cachos eran de candela, el cual estaba sujetado del cuello por una soga que no era soga, una cuerda elaborada por más de 30 serpientes cascabel que unas a las otras mordían, se sujetaban a sus colas y formaban una soga.
González le dijo a Fernández que ya que él era el rey del rodeo, quesi era valiente como Jorge Negrete, que se montara en el toro a ver si lo domaba y así lo hizo.
De pronto se montó y sintió que sus piernas se fundían con el toro y estaba como pegado, como soldado, adherido al animal, un frio intenso le calaba los huesos mientras se sujetaba a los pelos del cuello del toro y su boca permanecía en rictus, un humo morado lo envolvía, el cielo lleno de estrellas sobre su cabeza cual viaje galáctico lo envolvía mientras viajaba de un espacio a otro. Era como si desapareciera en un lugar y apreciara en otro, estaba dentro de la montaña y de pronto encima de ella, cabalgando en medio del rio, montaña arriba corriendo, derribando árboles y de prono parados sobre una roca a kilómetros del lugar, de una plaza de un pueblo a otra plaza, de un mercado popular a una feria de etnias, de Monte Albán a Oaxaca, de Zaachila a Cuilapan, de Mitla a Zegache… Estaba paralizado del miedo y el estupor, los cuernos de fuego del animal alumbraban el paso, el olor fuerte de la piel del toro se le metía por las fosas nasales como si fuese cuerno de ciervo, las botas de serpiente desaparecieron y sus pies deslazos sentían la tierra, el agua, las hiervas al paso del animal, sitió como cuchillos helados clavándoseles en el pecho y cuando abrió los ojos estaba acostado en el patio de su casa mirando las estrellas.
Del señor González no se supo más, dicen que se quedó a vivir para siempre dentro de la montaña.
De Manuel Fernández la gente decía que algo le había pasado en esa montaña aquella madrugada, pues ya no salía de su casa, ni se paseaba en su caballo blanco, ni cortejaba a las muchachas en la plaza.
Caminaba pensativo, cabizbajo en silencio dando vueltas y vueltas por su hacienda sin hablar con nadie, ya no usaba botas si no guaraches, comía poco y se encerraba en su cuarto antes del anochecer para salir ya entrada la mañana cuando había sol.
Su cabello ya no era negro y enchinado si no liso y surcado de canas.
El once de octubre de ese mismo año a las 4 de la madrugada despertó con sobresalto, un fuerte olor a almizcle se le coló por las fosas nasales, miró por su ventana y vio al gran toro negro de cuernos flamígeros que pastaba en su patio, el animal también lo miró a él y prácticamente le calvó la mirada.
Dice Bartolo, el caporal de la hacienda que vio como su patrón se montó muy de mañanita sobre un toro enorme y que saltó el cercado de la casa sobre el animal para irse a todo galope hacia la montaña zapoteca.
Nunca más se supo de Fernández, fue como si se lo tragó la tierra o más bien la montaña.
Al toro si le han visto algunos en las madrugadas, en medio de la neblina cuando se aproxima el mes de diciembre, caminando por las faldas de la montaña o parado inmóvil sobre la enorme roca morada, pero nadie se le acerca, sabes… por respeto al gran Toro Bravo, al “Yuuse Nadushu”.