miércoles, julio 03, 2024


El arte de los rincones: notas sobre las experiencias no-objetuales en Venezuela

 Carlos Zerpa, en cambio, venía explorando lo popular desde una línea formulada por lo carnavalesco que invertía las reglas del juego al mostrar el lado grotesco y oscuro de la cultura popular, los símbolos patrios y los rituales mágico-religiosos. Formado en el Instituto Politécnico de Diseño de Milán, al final de la década de 1970, Zerpa comenzó a colaborar con el colectivo mexicano No-Grupo, a cuyos miembros conoció a partir del Primer Coloquio Latinoamericano de Arte No-objetual de Medellín. El No-Grupo “planteaba una rama disidente del proyecto político de los grupos: una guerrilla paródica que sacaba provecho tanto de la solemnidad de los artistas comprometidos, como de la torpeza de las instituciones culturales y los mitos sociales sobre el artista” (Debroise 2006: 226–227). Más adelante con ellos continuó desarrollando performances importantes como Caliente-caliente, presentado en el Museo de Arte Moderno de México (1982).[45] Junto a Perna, Barboza y Yeni y Nan, Zerpa también participa en la muestra 20 artistas venezolanos de hoy (1979), organizada por Margarita D’Amico en el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) de Buenos Aires, a la sazón un espacio dedicado a mostrar modalidades conceptuales bajo la dirección de Jorge Glusberg.

Documentation Photo: Jason Mandella / Courtesy: El Museo del Barrio
Carlos Zerpa, Ceremonia con armas blancas, 1981.

foto: Jason Mandella
Cortesía del Museo del Barrio

En el teatro La Campana de Valencia, Venezuela había presentado el performance Cada cual con su propio santo, obra censurada por su crítica poco complaciente a la religión institucionalizada. Luego se unió a Marco Antonio Ettedgui y Pedro Terán en programas dedicados a experiencias no-objetuales realizados en diversos lugares de Caracas y del interior del país. A este período fértil corresponde Ceremonia con armas blancas (1981), performance presentado en la Sala de la Gobernación del Distrito Federal dentro del ciclo Acciones frente a la plaza y luego en México. Escogiendo una carta de amor como eje para sostener la acción, Zerpa encarnaba el papel de presidiario y leía con la cara pintada de blanco como un mimo mientras se escuchaba un bolero interpretado por Julio Jaramillo y música compuesta para la pieza. La acción transcurría con una atmósfera de intimidad creada por el tono confesional de Zerpa, el cual, según testigos, era violentado por estados de agitación y violencia donde el artista lograba involucrar al público con interrupciones de manera brechtiana y sin proponer una catarsis final.

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