Las metáforas de la urbe salvaje
Carlos Zerpa inaugura "Días líquidos" hoy en la sala 2 de La Caja.
Zerpa elaboró cuatro instalaciones en las que recrea una ciudad agobiante (Georgina Svieykowsky)
JESSICA MORÓN | EL UNIVERSAL
martes 3 de diciembre de 2013 08:16 AM
Un taxy subyugado en un arenal, sin salida. Una anaconda intenta vivir en el río, a expensas de la corriente. Caimanes encadenados contienen las ansias de matar. Personajes que quieren escapar del caos de la ciudad, buscan refugio en un lugar lejano. Cuatro instalaciones en las que el artista visual Carlos Zerpa muestra el reflejo de una ciudad agobiante.
"Caracas siempre ha sido una ciudad muy fuerte, pero en los últimos años se ha convertido en una metrópoli bastante violenta. Como un río, se ha desbordado en motorizados y atracos", comenta el creador venezolano que inaugura hoy la exposición Días líquidos.
La sala 2 de La Caja del Centro Cultural Chacao alberga una metáfora urbana. Una alegoría a la inestabilidad que arropa al país en cada esquina.
"Como un cúmulo de despliegues y trayectorias que siempre se han desplazado fuera de sí para convertirse en un paradigma de lo visual: una apuesta por traducir las variables de un afuera en conmoción constante, a través de acciones que entorchan con saludable ironía las inconstancias de un mundo atroz y servil", explica la curadora Lorena González.
En sala, aparece un personaje habitual en la obra de Zerpa, el Sr. Conejo, que esta vez no porta un hacha y se bajó de su motocicleta para subirse a una escalera. "Él se subió allí en medio de todo este lío; tal vez quiso ver la ciudad desde lejos, desde las alturas", dice el creador acerca de la pieza que llamó A dónde va Sr. Conejo.
Un niño vestido de negro y con la cara cubierta por una máscara se trepó al techo de una casa. "El Sr. Trastorno juega con el peligro, se ha vuelto esquizofrénico y quiere lanzarse al vacío", apunta el artista que trabaja con juguetes y objetos no convencionales para recrear, en esta oportunidad, un arquetipo dantesco de la sociedad. La anaconda de vinilos repta sigilosa en medio de la hecatombe. "Desde un rincón atraviesa la sala casi hasta la entrada. Es ese personaje que da vueltas en sí mismo, elaborado a partir de 11 mil discos de vinil que inserté en un cordel", señala el también autor del Taxi Caracas, un vehículo enterrado junto a una pala "y con botellas de Jack Daniel's para rendir homenaje al rock and roll", agrega Zerpa.
Una familia de caimanes albinos parece custodiar el lugar. "Desde el techo, como un Leviatán están encadenados para no atacar", señala el artista visual que dibujó su radiografía de ciudad desde lo lúdico.
"Carlos Zerpa retrata una cotidianidad que se desplaza como el azar de un río. Sin saber de donde viene, pero con la certeza de que desembocará una catástrofe. La muestra es una narrativa que evoca sensaciones del ciudadano común en época de crisis. Que vive en medio de las transiciones y la efervescencia de todo los días", dice González.
Días líquidos rememora una canción del compositor norteamericano Philip Glass, "que habla justamente de cómo son los días lluviosos en la ciudad. Y yo lo trasladé a la nuestra, donde el tráfico desata un caos, las calles se convierten en ríos y los carros en lanchas", comenta Zerpa.
La misma urbe donde parece que todo va a desaparecer. "Donde lo cotidiano ya no es divertido y la incertidumbre se cobija en lo fatídico", concluye González.
"Caracas siempre ha sido una ciudad muy fuerte, pero en los últimos años se ha convertido en una metrópoli bastante violenta. Como un río, se ha desbordado en motorizados y atracos", comenta el creador venezolano que inaugura hoy la exposición Días líquidos.
La sala 2 de La Caja del Centro Cultural Chacao alberga una metáfora urbana. Una alegoría a la inestabilidad que arropa al país en cada esquina.
"Como un cúmulo de despliegues y trayectorias que siempre se han desplazado fuera de sí para convertirse en un paradigma de lo visual: una apuesta por traducir las variables de un afuera en conmoción constante, a través de acciones que entorchan con saludable ironía las inconstancias de un mundo atroz y servil", explica la curadora Lorena González.
En sala, aparece un personaje habitual en la obra de Zerpa, el Sr. Conejo, que esta vez no porta un hacha y se bajó de su motocicleta para subirse a una escalera. "Él se subió allí en medio de todo este lío; tal vez quiso ver la ciudad desde lejos, desde las alturas", dice el creador acerca de la pieza que llamó A dónde va Sr. Conejo.
Un niño vestido de negro y con la cara cubierta por una máscara se trepó al techo de una casa. "El Sr. Trastorno juega con el peligro, se ha vuelto esquizofrénico y quiere lanzarse al vacío", apunta el artista que trabaja con juguetes y objetos no convencionales para recrear, en esta oportunidad, un arquetipo dantesco de la sociedad. La anaconda de vinilos repta sigilosa en medio de la hecatombe. "Desde un rincón atraviesa la sala casi hasta la entrada. Es ese personaje que da vueltas en sí mismo, elaborado a partir de 11 mil discos de vinil que inserté en un cordel", señala el también autor del Taxi Caracas, un vehículo enterrado junto a una pala "y con botellas de Jack Daniel's para rendir homenaje al rock and roll", agrega Zerpa.
Una familia de caimanes albinos parece custodiar el lugar. "Desde el techo, como un Leviatán están encadenados para no atacar", señala el artista visual que dibujó su radiografía de ciudad desde lo lúdico.
"Carlos Zerpa retrata una cotidianidad que se desplaza como el azar de un río. Sin saber de donde viene, pero con la certeza de que desembocará una catástrofe. La muestra es una narrativa que evoca sensaciones del ciudadano común en época de crisis. Que vive en medio de las transiciones y la efervescencia de todo los días", dice González.
Días líquidos rememora una canción del compositor norteamericano Philip Glass, "que habla justamente de cómo son los días lluviosos en la ciudad. Y yo lo trasladé a la nuestra, donde el tráfico desata un caos, las calles se convierten en ríos y los carros en lanchas", comenta Zerpa.
La misma urbe donde parece que todo va a desaparecer. "Donde lo cotidiano ya no es divertido y la incertidumbre se cobija en lo fatídico", concluye González.
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