The Carlos Zerpa Show
Santos Lopez
Detenerse
y contemplar este giro que hace la obra de Carlos Zerpa es percibir ya un tono
más reflexivo y compasivo en su trayectoria. Son cuadros y esculturas que
sugieren una continuidad de su voz sostenidas en la búsqueda de la libertad y
el riesgo creador. El reto de un artista como Zerpa no es resolver conflictos sociales
o inquietudes filosóficas. Su motivación es ofrecernos su sensibilidad y su
pensamiento para inducirnos una catarsis. Hablamos de compasión, un amor más
elevado y compartido: el padre, el bosque, la infancia, el hambre de los
pueblos, la creciente contaminación de la tierra, sin olvidar su temática
recurrente de homenaje a The Rolling Stones, Zappa, Mattise, Goya, Hokusai,
Velásquez, Duchamp y Warhol evidentemente, como un juego en diálogo de lo que
es su vida; especie de transcreaciones
-parafraseando al poeta Haroldo de Campos-: la migración de una imagen de un
tiempo a otro, de un creador a otro para dar como resultado algo distinto; con
lo cual queremos decir que toda migración de una imagen tiene su fundamento en
el Arché y su naturaleza original y
sincrónica. Al fin y al cabo, el artista plástico echa mano de un “lenguaje”
visual con el cual crea y traduce el pensamiento que quiere comunicar.
Mola, El Minotauro
Arroja
al suelo las primicias de tu bebida y comida
Tal
como al correr, si el alimento falta,
Es
fuerza aminorar esa carrera, Ellos dijeron.
Y la
tierra te fue dada así
Para
pisarla y sacar de ella algunos antepasados,
Corrígelos
y que se vuelvan la gran boca del tiempo.
Ningún
rey cruel, oh Señor, será peor carne que animal cazado
Y
devorado
-¿Lo
creerás, Ariadna?, Dijo Mola. Aquel rey apenas se defendió.
Estos
versos corresponden a una fábula muy particular de una región antigua, ya
olvidada por los historiadores, levemente asomada por Heródoto, refiere esta
historia muy particular:
Un
pueblo vivía una gran hambruna.
El
rey y su corte de comandantes y ministros ejercían el poder con una tiranía
perversa que acaparaban todos los alimentos.
Los
ancianos de aquel pueblo se reunieron para buscar una solución a aquella penuria.
Se
fueron al bosque donde estaban enterrados todos los que habían muerto por el
hambre y comenzaron a cantar, taloneando la tierra, invocando una cura para
aquella desgracia.
Del
corazón de la tierra emergió Mola, el Minotauro, cuyo cuerpo estaba recubierto
de muelas.
Mola
lo primero que hizo fue comerse al rey y a su camarilla, y a continuación se
comió también el hambre de aquel pueblo.
El
arte ya no es simulacro de la creación, es creación misma. Sin complejo hacia
la naturaleza divina, deviene por sí mismo en sagrado o espiritual.
Mola,
como una quimera, tiene un impulso dinámico que afecta todo con lo que entra en
contacto: nosotros mismos. Es activo como la masticación. Mola es una
corporeidad a partir de la tierra, viene a masticar
el Hambre, es decir, una injusticia; su virtud deriva de la tierra misma, que
el decir popular registra con aquello de “la Tierra todo lo da y todo lo
traga”, incluso a nosotros mismos.
Zerpa
estuvo madurando y concibiendo esta pieza por más de tres años. Se tomó la
libertad de ejecutarla con el símbolo de los dientes, que siempre está
asimilado a la agresión como el primer impulso de la naturaleza cuando nace, y
también alude a lo colectivo, las familias. Los molares son formas o ideas de
la tierra. Mola es una realidad o verdad que proviene del inconsciente. La
imagen de molares como una cubierta, un epidermis, podría molestar e incomodar
a primera vista. Es como su primer velo misterioso. No nos previene que toda
realidad del inconsciente es amarga, dolorosa. Sin embargo, Mola nos reserva un
sentimiento de redención y equilibro que todo sacrificio conlleva. Es como un
Saturno en nuestras vidas que se propone devorar algo, como el Asterión de
Jorge Luis Borges, así El Mola de Zerpa.
Carlos
Zerpa recrea desde lo profundo de sí este arquetipo, tal vez conmovido por una
visión cercana que merodea nuestra realidad y se nos encima como una fatalidad.
Sensible a su entorno, nos entrega una pieza que marcará un hito como un nuevo
código de nuestra cultura. Al contrario de lo que significa el mito del
Minotauro que el rey Minos escondía en su laberinto de Creta y que Teseo
aniquila con la ayuda de Ariadna y otros espíritus. El Minotauro de Minos era
una cruel criatura, antropófaga, que requería cada cierto tiempo el sacrificio
de siete mujeres y siete hombres jóvenes. En cambio, el Mola de Zerpa es un
protector justiciero, su mirada es compasiva. El gran poder que tiene para
comerse el hambre misma es su virtud. Sus molares son piezas vivas que trituran
una de las epidemias más crueles que viven hoy los pueblos que son vasallos de
políticos corruptos y mediocres. Zerpa ha invocado su Mola para denunciar la
una gran injusticia del hambre de los pueblos.
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