Esas Canciones Tontas que me
gustan.
Carlos Zerpa
Te voy a ser honesto, me
encanta esa canción tonta de la cantante mexicana, Natalia Lafourcade, esa llamada
“Un Pato”… ja, ja, ja. Esa que dice:
Un
pato que va cantando alegremente Cuac, Cuac, cuando se encuentra a un lindo
gato Miau, Miau, para cantar bossa-nova. Me gusta mucho en verdad y me saca una
sonrisa escuchar a Natalia, esa bella niña/mujer con una voz tan hermosa en eso
de Cuac, Cuac, Cuac, Cuac. (Oyeeee!!! Pero debes también escucharla en asuntos
más serios, como su disco full de canciones en homenaje al gran Agustín Lara).
Te debo confesar que no es
la primera vez que me sucede esto, que me atrape una canción con letra tonta,
ya en los años 60s el maracucho Henry Stephen me puso a cantar una pieza que en
verdad me encantaba (y que aún me sigue gustando) con esa pegajosa letra y
melodía de: Mi limón mi limonero, entero me gusta más, un inglés dijo yeh yeh,
y un francés dijo o la lá… Ja, ja, ja, no me digas que no es maravillosa.
Eso de que me guste una
canción tonta, me sucede de vez en vez y en verdad me agrada cuando me pasa, después
de crecer y vivir plenamente envuelto en el mudo del Rock and Roll, con canciones
de letras complicadas, misteriosas, de reflexión y toma de conciencia, de esas
que te hacen pensar abriendo tu cerebro de par en par, como las “Escaleras al Cielo”
de Led Zeppelin, “Revolución” de John Lennon, “El Fin” de Jim Morrison, “La
Tortura Nunca Para” del siempre presente Frank Zappa, “Otro Ladrillo en la
Pared” de Pink Floyd o “Simpatía por el Diablo” de los Rolling Stones”, entre
tantas otras. Ufffff!!!!!
Después de haber escuchado
mil veces en la radio, cuando era muy joven, también en los 60s, el “Aleluya”
de Cherry Navarro con esa letra que en si es un poema complicadísimo y casi
hermético: Una lágrima en la mano, un suspiro muy cercano, una historia que
termina, una piel que no respira, una nube desgarrada, una sangre derramada, aleluuuuya.
Claaaaaaro que cae bien una
taza de café con leche caliente y un par de galleticas “María”, con una canción
de letra tonta, que nos enamore, nos relaje y nos logre sacar una sonrisa, sobre
todo en estos tiempos en que el mundo está tan convulsionado. Una canción como
esa de Lafourcade con ese pobre pato que se desafinó, Cuchi, Cuchi y en la nota
final lo empujaron al agua y se puso a nadar Qüick, Qüick.
Entonces ya al rato tirado en el sofá con un
shot de “Cocuy” en la mano me pongo a escuchar a esa banda venezolana llamada
La Vida Boheme con sus “Hornos de Cal” y me dejo llevar con esa canción que me
dice que, las moscas forman nubes en torno al altar, que van de la mano la
sombra y el poco pan, que pensar es morir sin cena, que nos sembraron la cal
bien profunda en las venas...
Es entonces cuando la otra
parte de mi cerebro toma las riendas del asunto.
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