A mí querido hermano Roberto Echeto, quién ama estas historias con automóviles.
Tengo un Ford Mustang del año 1969 de color blanco, el cual es una pieza de colección, lo saco poco de paseo y solamente en las noches recorro con él Caracas.
Voy despacio por sus calles pero cuando entro a la autopista o a la cota mil, entonces acelero y me pongo en un dos por tres en los 200 Kms por hora.
EL tanque de gasolina es en aluminio, la bomba de gasolina es eléctrica y el motor de 302 5.0 está recién hecho… Es una fiera.
El camarín y el tapa válvulas M/T son de aluminio, el carburador Holly de 4 bocas, lo hace rugir apenas pongo mi pié con firmeza en el acelerador, la caja de tres velocidades es original, la tapicería de cuero es también como la carrocería de color blanco y los 5 cauchos radiales están recién comprados.
Este Mustang de color blanco con todas sus partes metálicas en plata es la envidia de todos los que me miran y no hay otro igual aquí en Caracas… O eso creía.
La semana pasada me detuve en un semáforo en la Urbanización Las Mercedes a eso de las 9 de la noche, repentinamente sentí rugir otra máquina al lado de la mía, volteé y me di cuenta que el chofer aceleraba para hacer que su motor sonara fuerte y vi como su conductor con cara de engreído me insinuaba descaradamente que hiciéramos una carrera de semáforo a semáforo, él me invitaba a un pique de honor entre Mustangs.
Lo que me dejó con la boca abierta era su automóvil, ya que no todos los días te encuentras una joya clásica como ésta: un Ford Mustang del año 69 también de color blanco, la visión de este “Muscle Car” era atractiva y sedosa a la vez, era el hermano gemelo del que yo manejaba. Estaba clarísimo que su afortunado propietario lo cuidaba tanto como yo al mío. Se lo que tengo entre manos y por eso lo tengo bien cuidado y de seguro mi “retador” también lo sabía.
Sus peculiares ópticas, tradicionalmente de cuatro faros redondos en la delantera y de barras transversales en la trasera, o sus metalizados dispuestos de forma agresiva identificaban de manera inequívoca a los dos Mustangs.
Por poner un poco en presencia técnica del auto que estaba a punto de arrancar con fuerzas al lado mío, puedo asegurarles que la mayor parte de estos Mustang del 69 incorporaban el motor 351 Windsor. Una auténtica “bomba” que devolvía 290 CV a 5.400 rpm y que eran capaces de apretar con un par motor máximo de 515 Nm situados en las 3.400 rpm, gracias entre otros elementos a un carburador de cuatro bocas. La caja automática de 4 marchas Hurst les permitía igualmente jugar a encabritar al GT desde sus “patas” traseras…. Je, je, je, je, era como hacer un caballito poniendo el auto en las dos ruedas de atrás por la fuerza del arranque.
Puta madre, hijo de su puta madre que me retaba al pique, yo ya no era un carajito para andar en estos juegos, para las carreras juveniles, para los piques nocturnos… Soy un hombre de canas, de noches en solitario recorriendo a mi Caracas a los pies del majestuoso Ávila.
Cambia el semáforo y se torna de color verde y el conductor de al lado acelera al máximo haciendo chillar las ruedas traseras de su Mustang y yo sin darme cuenta hago lo mismo con el mío en esta loca carrera de dos autos al espejo, a exceso de celeridad en esta carrera de luna y lunáticos casi a la velocidad de la luz, van estas dos máquinas veloces compitiendo en este espectáculo absurdo en las entrañas de la noche, con olor a gasolina, mucha adrenalina y estruendo de motores…. Picando.
Justo unos metros más delante sentí el fuerte impacto contra el parachoques de mi vehículo, algo así como si hubiese arrollado a un saco de arena, un golpe seco y contundente que también magulló el capó de mi Mustang. ¿No sé si mi Mustang le pegó primero a esa sombra, que resultó ser una anciana que atravesaba la calle y la lanzó al auto del lado, para ser atropellada por ese Mustang que competía conmigo o fue ese otro Mustang quién golpeó a esa octogenaria de primero lanzándola contra el mío para luego terminar de arrollarla yo con mi Mustang?
Todo sucedió repentinamente, a la velocidad del rayo, a la velocidad de los caballos salvajes de las praderas norteamericanas, de los briosos Mustangs blancos, como estos que cabalgamos nosotros casi a pelo.
Saber quién de los dos la golpeó primero, sería saber cual Mustang iba adelante, sería saber cuál de los dos Mustangs punteaba y ganaba la carrera.
3 comentarios:
CARLOS, GRACIAS POR ESA DEDICATORIA. NADA COMO UN MUSTANG PARA SABER QUE LA PERFECCIÓN EXISTE.
UN GRAN ABRAZO.
jajaja yo dejo a esa vieja loca muerta y me pierdo pal coño jajajaja q se lleven preso al otro webon jajajaja el gano!
Me encantan los modelos viejos de automóviles. Siempre me fijo de tener buenos seguros auto para estar totalmente cubierto en caso de que sucedan ciertos inconvenientes
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