ZZ…Continúo aun hoy en día, escuchando buen Rock and Roll y con la misma idea de cambiar el mundo…ZZ

martes, agosto 06, 2024

Carlos Zerpa en La Sala Mendoza

 



Carlos Zerpa. De la muestra Kick Boxer, 1999. Instalación.





Carlos Zerpa en La Sala Mendoza

Por: Eugenio Espinoza

ArtNexus 34

Arte en Colombia 80

Oct - Dec 1999

Desde los años setenta, Carlos Zerpa ha desarrollado su obra como una especie de gran lucha libre o como un huracán que devora todo tipo de objetos-recuerdos para luego convertirlos en monstruosas apariciones. Él es, como dijo recientemente Manuel Espinoza, un artista extraviado, perdido en el nihilismo.
Sería casi ridículo pretender analizar formalmente su trabajo. Sería más ridículo todavía decir que es bueno o malo. Este se desarrolla como una violenta carga de ingenua maldad o de pésima bondad. Él siempre ha estado Interesado en representar, a través de objetos andrajosos, especialmente maniquíes y estampas populares, el mundo de la violencia, la magia y el terror
No deja de ser interesante su relación con la cultura popular mexicana, en la que también el terror y la violencia se expresan con gran frenesí. Nosotros, en Venezuela, vivimos una gran violencia urbana, cuyo espíritu apocalíptico, en el terreno del arte, jamás ha sido representado.
Zerpa tiene una gran necesidad de acabar con esa violencia asumiéndola en su obra. Es inevitable no presentir esta cruda realidad de carne viva asándose continuamente. Pero la violencia que más se le percibe es aquella relacionada con la autodefensa (karate y vampirismo) y la del individuo solitario que obsesivamente se arma, no para atacar al otro, sino para atacarse a sí mismo.
Este proceso se inició a mediados de la década de 1970. En ese entonces, Zerpa realizó provocadores performances que se transformaban súbitamente en violentos espectáculos. Tanto el artista como la audiencia estaban sujetos a cualquier posible tragedia. Todo ello responde de algún modo a los efectos producidos por el boom petrolero. Nuestra sociedad se desarrolla dentro de una compleja violencia que va más allá de lo visible. Siguiendo la tónica de Zerpa, estaríamos en un país lleno de fantasías multicolores girando sobre rituales satánicos; y tanto las calles como las plazas estarían adornadas por calaveras humanas decoradas con escarchas de colores. Nos quedaría quizás una ciudad totalmente destrozada por un continuo odio entre sus ciudadanos.
Sin embargo, pese a este comentario, la obra de Zerpa no es en realidad sobre la violencia. Es violenta ella misma. Sus muñecos son torturados continuamente, y el artista descarga un sádico tratamiento sobre las superficies de los objetos, con retorcidas ornamentaciones. Este énfasis ejerce placeres de carácter sadomasoquista en el artista. Por otra parte, también está saturada de gritos generados por una determinada subcultura; el rock y las influencias del maestro de las Invenciones, Frank Zappa, además del anticristo Manson. Esto hace que su trabajo actúe como una fusión entre dos culturas: el folclor latinoamericano y la alienante música norteña.
Los luchadores libres, por ejemplo, son una especie de iconos de nuestra cultura popular. Están allí como los eternos amigos del artista, saturando el ambiente, así como las figuras que ilustran el clásico disco de los Beatles, el Sargento Pimienta y su banda de corazones solitarios, de la década de 1960.
El horror es visto con la simultaneidad cinematográfica. Bombardea al espectador hasta hacerle brotar su inocencia, y lo golpea brutalmente hasta hacerle descubrir su lado cómplice con el artista. Sin embargo, esta obra carece de drama. Es más bien divertida, pues el terror, en sus complejas manifestaciones, también entretiene.
Entre el drama y el terror existen varias diferencias. El drama viene de una tragedia, y el espíritu terrorífico de la obra de Zerpa viene quizás del cómic y de sus parientes audiovisuales, como el cine y el rock. Grrr, exposición montada en el Museo de Bellas Artes en la década de 1980, alude a un sonido que la naturaleza del cómic implantó, expresando amenaza y rabia.
En definitiva, su obra es una especie de pop latinoamericano. Continuamente están los héroes del cómic y de nuestra cultura popular, ensalzados y entrelazados violentamente, como si el artista fuera —precariamente— nuestro Jerónimo Bosch criollo, especialmente cuando maneja objetos casi a la manera de Mario Abreu. Aparecen detalles crueles de la cultura popular y de la violencia como arma de defensa personal representada por la tradición del kung-fu o del karate. Todos sus personajes están en proceso de una acción. Sugieren argumentos y casi nunca aluden al sitio donde se produce el crimen. Sólo está el cuerpo de la víctima violentamente convertido en maniquí o en objeto desconocido. Quizás, Zerpa es la encarnación misma de Freddy, protagonista de Pesadilla en la Calle Elm, dispuesto a asesinar a los protagonistas de sus sueños.
Zerpa, por otro lado, está más interesado en la brutal presencia de sus víctimas que en la reflexión estética de sus obras, con la sensible excepción, tal vez, de su colección de zancudos aplastados sobre papel, piezas sin igual con un significativo contenido artístico. Su impetuosidad es necesaria para responder a las corrientes estéticas de esta época. El pensamiento de don Simón Rodríguez, en este sentido, tiene validez al decir que la América no debe imitar servilmente, sino ser original. El trabajo de Zerpa busca afanosamente estrellarse en los terrenos de la originalidad.
Sus víctimas no pertenecen ni al minimalismo ni al conceptualismo. Sus obras totalmente atemporales, libres de tendencias, quieren trascender los límites de la afectada postmodernidad.
Esta muestra convierte a las víctimas de Zerpa en un gran circo del terror. Orquestan una gran alegría por su asesino y son patéticamente felices de haber sido creadas. Frankenstein logró verse a sí mismo y comprendió tristemente que era sólo un monstruo, tarea ésta que muchos humanos aún no hemos podido realizar.

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ZZ…En el arte definitivamente hay que atreverse, hay que participar de una subversión por la libertad total como dijo el querido maestro Frank Zappa…ZZ