CIGARRILLOS EXPLOSIVOS
Carlos Zerpa
Creo que fue en 1961, cuando yo tenía once años y estaba José Regino Peña como gobernador del Estado Carabobo, más o menos en esa época.
Mis padres eran amigos del gobernador y de su esposa, por ende las dos familias eran amigas y yo de los hijos de ellos, de Joseito y Ligia Margarita… Bueno, justo en ese momento le regalaron al gobernador Peña todo un cartón de cigarrillos, con no sé cuantas cajetillas rojas y blancas, de cigarros marca Winston traídos de Los Estados Unidos, en ese entonces todo el mundo fumaba, hasta mis padres y por eso el gobernador le obsequió una cajetilla a mi señora madre que justo en ese momento estaba de visita en casa de ellos.
La mágica e inusual cajetilla llegó a mi casa y como si fuese un objeto a lucir, fue colocada sobre la mesa junto a las porcelanas, a la entrada de nuestra casa en la Urbanización Los Sauces.
En ese entonces yo había guardado desde las navidades un sin número de explosivos pirotécnicos, en una gaveta de mi closet, triqui traquis, salta pericos, martillitos, tumba ranchos y pare usted de contar.
Fue así como surgió una gran idea, me dirigí a mi cuarto y con una hojilla Gillette, abrí los explosivos para sacarle la pólvora, la cual puse en un frasquito, las mechas de los Triqui traquis las puse sobre un servilleta y los saltapericos convertidos en polvo azul en otro frasquito. Inmediatamente y con el mayor de los cuidados, meticulosamente abrí por debajo la caja de cigarrillos extranjera, separé las juntas del papel celofán, abrí las pestañas de la caja de cartón y separé el papel con capa de metal, todo iba viento en popa, saque tres o cuatro cigarrillos con mucho cuidado y suavemente les extraje la rubia picadura de tabaco, dejé un poco de hojas cortadas al final y rellené dicho cigarrillo con pólvora gris y polvo azul de saltapericos, pues un poco de picadura de tabaco para cerrar y atasqué bien el cigarro, esto hice con otros tres y los regresé a la caja, la cual cerré perfectamente con pegamento transparente, “pegalotodo”.
La cajetilla fue colocada de nuevo sobre la mesa a la espera de ser abierta y consumido su contenido, era una gran chanza, no había maldad si no travesura de un niño de once años, que quería ver como se producía un mini fuego artificial a pequeña escala y como su papá salía desnudo al pasillo asustado, eso era todo, o al menos eso pensaba de niño.
La cosas funcionaron de otra manera, una vecina llegó a casa y viendo la cajetilla le pidió un par a mi mamá para fumárselos esa tarde, mi madre abrió la caja le quitó el precinto y se los dio, al rato mi madre se llevó un cigarro a la boca y lo encendió y mi padre se fue al cuarto con uno prendido.
Y de pronto zasss una llamarada como de un lanzallamas salió del cigarrillo de mi madre quemándole el vestido y parte de la cortina de la sala, el cigarrillo prácticamente volaba por la sala como de un avión a propulsión a chorro y mi mamá gritaba aterrorizada.
Mi padre puso el suyo en el cenicero después de darle una bocanada y BOOM explotó quemando parte de la mesa de noche y haciendo añicos el cenicero de vidrio, un cooooooñooooo se escuchó con fuerza.
La casa estaba llena de humo gris, de gente corriendo alarmada y sobresaltada, la vecina llegó a la casa aterrorizada contando que su cenicero de Arte Murano había explotado en pedazos y que tenía parte de la mano chamuscada… ¿De dónde habían salido esos cigarrillos? ¿Eran una bomba?, sin dudas era un atentado contra la vida del gobernador del Estado Carabobo, sin dudas alguien quería matarlo.
De inmediato llamarón por teléfono a casa del gobernador que no salía de su asombro y este envió una comisión de la policía científica a buscar la cajetilla y llevarse los cigarrillos, los de la Policía Técnica Judicial llegaron a mi casa en una radio patrulla de escandalosa sirena, la investigación estaba en pié y ya se estaba localizando al señor que le había regalado los cigarrillos al gobernador, como responsable del atentado, como posible implicado en el acto terrorista.
¿Y yo? Pues debajo de mi cama en completo silencio, aterrado, inmóvil.
Mi papá fue a buscarme al cuarto pues nadie me había visto y quería que estuviese con él, al entrar se dio cuenta que sobre mi mesa de trabajos estaban los restos de los triqui traquis diseccionados, los envases en la papelera, la hojilla Gillette, los frasquitos con pólvora y supo de inmediato que había sido yo el causante de todo lo ocurrido. Llamó a mi mamá y le dijo que llamara urgentemente a José Regino para que le dijera quelo de los cigarrillos explosivos, no era un atentado contra su vida si no una travesura de su hijo menor… Entonces me llamó y llamó pero yo no respondí.
¿Y yo? Pues continuaba debajo de mi cama en completo silencio, aterrado, inmóvil, muy asustado… y justo en ese lugar me encontró mi papá al asomarse debajo de mi cama, me miró a los ojos, se sonrió y movió su cabeza como diciéndome “Que bolas tienes tú”.
Me agarró fuerte por la patilla, por esos pelitos delate de la oreja y el cabello, justo en la sien, lloré un poquito me salí y me sonreí con él… Solo escuché que me decía ¿Coño es que tú no mides las consecuencias de lo que haces? ¿Será que vas a ser químico cuando grande?
Y ya, eso fue lo que pasó, hoy en día es solo una historia de esas que le encanta contar a mi mamá.