Carlos Zerpa
ABRA Caracas
Por: María Luz Cárdenas
ArtNexus104
Arte en Colombia150
Carlos Zerpa pertenece a la generación de artistas pioneros en el ingreso a los conceptualismos en América Latina. Desde finales de los años sesenta desarrolla una exploración totalmente abierta al imaginario popular colectivo, los símbolos patrios, los ídolos, la fábula del arte y de la historia. La obra despliega un interesante desdibujamiento de disciplinas y medios (instalaciones, dibujo, gráfica, video, cine, fotografía, performance, diseño, radio, arte postal) con soltura y talante experimental. Su compleja iconografía sostiene una carga de significados que integran temas que van de la materia de los días a la historia patria, de la violencia callejera a la mentira política; pero también se ha ocupado de penetrar el arsenal de imágenes de la historia del arte y la cultura contemporánea (ídolos de la música rock, personajes, emblemas, figuras y deidades). Es un trabajo coherente, profundo, complejo, profuso, siempre sorprendente y totalmente transgresor, que se adecuaba perfectamente para iniciar el proyecto Archivo Abierto emprendido por Luis Romero en el espacio ABRA, conjuntamente con el equipo de ArtEncontrado, formado por Marialejandra Maza y Thamara Domínguez. Ello marca un punto de inflexión en la realización de un tipo de exposiciones poco frecuentes en nuestro medio, que privilegian los procesos de pensamiento de la obra de un artista, sus aportes intelectuales y sus raíces históricas.
La muestra (formada por más de cien documentos, postales, cartas, videos y registros de acciones, objetos, textos, fotografías, afiches, polaroids, revistas, catálogos, filmografía, obra gráfica, guiones, relatos, bocetos de proyectos o ensamblajes de futuras intervenciones urbanas de 1969 a 1995) narra las experiencias vivenciales del artista y de la época y funciona primeramente como activador epistemológico de la memoria. Es decir, no intenta producir un culto estéril al recuerdo nostálgico de logros y fracasos almacenando datos de un pasado, sino que pretende expandir la conciencia de este, excavar en él para crear una antimemoria o una nueva memoria crítica que asume el pasado diseminado como fuente de reflexión. Se trata de reforzar la resistencia ante la cultura de la amnesia y evitar los desvíos de sentido acudiendo a las bases de la trayectoria de los artistas (sus apuntes, improntas, catálogos, afiches, registros fotográficos, bocetos, documentos), lo que propicia un replanteamiento historiográfico del arte contemporáneo en Venezuela.
En segundo lugar, revela aspectos cruciales de Zerpa como performancista y precursor en el manejo de las disciplinas en un trabajo múltiple y multiplicador. Es, a la vez, una biografía intelectual-visual a través de documentos y una biografía emocional de los objetos. Desde sus años de estudios en Italia, con el maestro Bruno Munari, guardó los registros de sus performances y reciclajes de objetos con fotografías, diapositivas, cine super8 y películas quemadas, perforadas. Utilizó metodologías procedentes de la archivología, en la búsqueda de un sustento visual y conceptual que permitiese, con el tiempo, apreciar adecuadamente sus prácticas artísticas. Fue uno de los primeros en abordar el mail-art –que le permitió establecer vínculos con otros artistas–. A esta época pertenece una pieza clave en su desarrollo: La Carpeta, de 1978, uno de los setenta ejemplares de los archivos de arte postal que repartió entre amigos y conocidos por todo el mundo. Sobresale el registro en video y fotografía de acciones como Ceremonia con armas blancas, de 1981, el más importante performance en ese momento, donde manejó con inaudita fuerza los contenidos estéticos de la violencia: un cuestionador testimonio poético, visual, visceral y político, en el que, en cuanto sujeto, se transformaba en objeto, y los objetos, en altares rituales. Y también el Proyecto para Ala Monumental de 1985 –maqueta para una pieza monumental que marcó referencias en el imaginario del derrumbe de mitos e ideologías en los años ochenta–; o las pequeñas cajas-collages de los años setenta, posteriormente convertidas en las vitrinas de gran formato de los años ochenta. En tercer lugar, propone una narrativa amplia sobre aspectos esenciales en el desarrollo del arte de los años setenta y ochenta, reivindicando el potencial creativo de los archivos, en un país poco interesado en el valor de la memoria. Resulta esencial este aspecto para comprender la fuerza experimental y conceptual del trabajo de Zerpa y del arte contemporáneo venezolano durante las tres últimas décadas del siglo pasado, así como revelar testimonios y conexiones con otros artistas y procesos. La sola presentación de la película Über Carlos, de 1985, resulta suficiente para trazar una cartografía de las pasiones, las obsesiones, las intuiciones, las vicisitudes y los sobresaltos y complejidades de la época.
En un momento en que la política de los museos venezolanos cierra el paso a la investigación, esta exposición, en este espacio, abre camino a la indagación de procesos y al estudio de otros artistas para abordar la fundación y la genealogía del arte contemporáneo. Enseña que la memoria y la historia son procesos abiertos, no construidos por estancos, sino por constantes indagaciones y reinterpretaciones.
MARÍA LUZ CÁRDENAS
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