Mi Alter Ego, es el Sr. Conejo.
Carlos Zerpa
Ciudad de México, abril 2024.
Cuando era niño. Mi “aya”, mi
segunda madre, Petra Torrealba, a quien yo llamaba Mamá Pepa, me contaba
historias de Tío Tigre y Tío Conejo, ese libro del escritor Antonio Arráiz, que ella se sabía
de memoria. Eran cuentos fascinantes, fue en ese momento, cuando por primera
vez me reconocí en el Conejo de esos cuentos tradicionales venezolanos. Lo
curioso fue que aun siendo yo admirador de los tigres de bengala, de los
jaguares amazónicos y además de ser yo, un tigre de metal en el horóscopo
chino, con quien me identificaba era con el Conejo y no con el tigre. Ni su
físico ni su poder le permitieron a Tío Tigre ganarle a Tío Conejo, quien lo
enredaba con todo tipo de astucias, que, valiéndose del engaño, siempre lograba
burlar a animales más grandes, fuertes y poderosos que él, mostrando una
actitud perspicaz cuando se enfrentaba a ellos y sobre todo a Tío Tigre. En
lugar de enfrentarlo con fuerza física, utilizaba la estrategia y la astucia.
Creo que, en ese momento, sin yo saberlo, la vida me mostraba parte de lo que
sería mi futuro con mi Alter Ego, el Sr. Conejo. Yo alucinaba con esas
historias que me contaba mi querida mamá Pepa y le pedía que me las contara una
y otra vez.
Después me reencontré, varios
años después, con el Sr. Conejo, eso fue en un juego de cantos y bailes de mis
primas, cuando yo era un niño convirtiéndome en joven. Esto sucedió en el
jardín, frente a la casa de nuestros abuelos, Francisco Zerpa y Pura Malpica,
en la urbanización el Viñedo de Valencia, aproximadamente cuando yo tenía 12
años de edad. Todas las primas (eran más de 15) hacían un círculo, cantando y
aplaudiendo. En el centro una de ellas era "El Conejo", bailaba,
cantaba y luego escogía a una de las niñas del círculo, para que tomara su
lugar en el medio de la pista. “El Conejo no está aquí, ha salido esta mañana a
las 12 ha de venir. ¡¡Ah!! Aquí está, el Conejo, el Conejo. ¡¡Ah!! Aquí está,
el Conejo, el Conejo”. Esto se repetía una y otra vez con mucha felicidad. Los
niños, como éramos hombres, no participábamos de esa ronda, pues era un juego
de niñas, solo las veíamos jugar y reíamos. Ahí estaba sin dudas presente el
espíritu del Sr. Conejo, yo lo recuerdo, y hasta me aprendí la canción.
El Alter Ego mío, es el Sr.
Conejo, quien sin dudas es mi segundo yo, distinto a mi personalidad normal u
original de artista no convencional, diría que es mi complemento, se dice
entonces que llevo una doble vida, algo así como la del Dr. Jekyll y Mr. Hyde,
o como la vida de los superhéroes, Superman y Clark Kent, Batman y Bruce Wayne,
el Hombre Araña y Peter Parker o Bruce Lee y Kato. Las dos caras de la moneda ¿Qué
decir entonces de mis héroes de la Lucha Libre? ¿de Santo, el enmascarado de
plata, de Blue Demon, de Rayo de Jalisco, del Dragon Chino, de Mil Mascaras, de
Huracán Ramírez, del Matemático… entre otros? Ocultos detrás de sus máscaras
que les dan una fuerza extraordinaria, un verdadero poder, a sus personajes.
El concepto del Alter Ego, se
refiere a un “segundo yo”, una identidad diferente, o una personalidad que uno
adopta. En la mayoría de los casos, esta personalidad opaca a la otra.
La noción de Alter Ego es tan
primitiva como las civilizaciones antiguas. La forma más clara de ver esto, está
en los rituales ancestrales de distintas culturas, donde usaban pinturas fasciales
o máscaras para ese fin.
No, definitivamente, el
Doppelgänger es otra cosa, se emparenta con el Alter Ego, pero no es lo mismo. Este se utiliza para designar
a cualquier doble de una persona, comúnmente en referencia al “Gemelo Malvado”
o al fenómeno de la bilocación. Esa es otra vaina.
Volviendo a este asunto de los
Conejos, recién me vengo a enterar que no son roedores, sino lagomorfos, ¿tú lo
sabías? Que son unos maestros de la audición y pueden girar sus orejas 180
grados y tienen una visión de casi 360 grados. El Conejo, el Oryctolagus
cuniculus es un mamífero de la familia Leporidae… Maravillosos seres de este
mundo que parece otro mundo. Pero hay que estar claros, que una cosa es un
Conejo y otra cosa es una rata.
En la cultura Celta de Irlanda
y Gran Bretaña, a los Conejos se les veía como algo sagrado; incluso los
criaderos que existían no eran para venta y consumo, sino para que fueran animales
de compañía. El Conejo se veía como alguien que representaba la inmortalidad y
el ciclo continuo de la vida. En la cultura egipcia había Dioses personificados
como Conejos y en el ámbito religioso cristiano, el Conejo era un mensajero de
Cristo que iba anunciando con sus huevitos la resurrección y su ida al cielo,
dando pie a la leyenda del Conejo de pascua y los huevos de chocolate. Hay
templos dedicados a esta deidad, que datan del siglo XVIII y XIX. Actualmente
hasta hay un pequeño templo taoísta en Taiwán, dedicado al Dios Conejo. Pero
México no se quedó atrás pues en la cultura mexica el Dios Ometochtli era una
deidad tan reconocida como Huitzilopochtli. Es un espíritu o Dios de los niños
inteligentes y forma parte del clan de los 400 dioses Conejiles, deidades de
los bebedores de ese licor llamado pulque, elaborado a partir de la
fermentación del agave del maguey. Por cierto, en la zona arqueológica del
Tepozteco (Morelos), en la cumbre del cerro Tlahuiltepetl, se encontró un
templo dedicado a este dios, pero la estatua del Conejo, fue destruida por Fray
Domingo en el año 1.538. Un hecho en verdad imperdonable.
Hay una historia muy hermosa
de un ancestro del Sr. Conejo en tierra mexicana, que vale la pena de contar.
El Conejo de la luna de la leyenda náhuatl.
Dicen que un día, el gran dios
Quetzalcóatl decidió visitar la tierra, pues quería observar de cerca el mundo
que con tanto amor ayudó a crear. Al bajar de los cielos, adoptó la forma de un
hombre común para así poder pasar invisible ante los ojos de otros hombres. A
su lado se fue a sentar un pequeño Conejo que había salido a cenar. El pequeño
ser movía sus bigotes entre la maleza y sus enormes ojos reflejaban el cielo
estrellado y una gran luna plateada. Quetzalcóatl le preguntó:
– ¿Qué estás comiendo?
– Un poco de zacate, también
hay para ti; si quieres.
– Gracias, pero yo no como
zacate. Le dijo el Dios convertido en hombre.
– Entonces ¿Qué vas a hacer?
Aquí tengo una zanahoria que podemos compartir.
– Te agradezco, pero yo no
podría quitarle su comida a ningún ser. Creo que tal vez muera de hambre,
cansancio y sed.
Mira, yo solo soy un pequeño Conejo
y tú eres un joven viajero; cómeme, recupera tus fuerzas y continúa tu viaje.
Aquí estoy.
Sus palabras tocaron el
corazón del Dios. Tomó al Conejito entre sus brazos y le regaló un viaje por
los cielos para observar de cerca las estrellas que observaba con tanto amor.
Al final, lo acercó tanto a la luna que pudo ver su reflejo en ella. Su
sorpresa fue muy grande al darse cuenta que al llegar a la tierra, su reflejo
se quedó plasmado en la luna que tanto amaba. Puede que solo seas un pequeño Conejo,
pero ahora todos te recordarán para siempre por tu bondad.
Desde ese día, se ve la imagen
del Conejo, marcada en la luna llena, ese sin dudas es un ancestro de nuestro
amigo el Sr. Conejo.
La primera metáfora iniciática
en la película Matrix, es el tatuaje del Conejo blanco sobre el hombro de una
mujer, que recuerda al libro de Alicia en el país de las maravillas y simboliza
el paso de la realidad a la ficción, o en el caso de Matrix, el paso al mundo
digital. “Sigue al Conejo”, le dicen a Neo y él lo hace. El Conejo Blanco se ha
convertido en un símbolo, donde seguir al Conejo describe el acto de seguir a
algo o a alguien ciegamente, y cuya persecución desemboca en aventuras, descubrimientos
y libertad. (¿Entonces, que pastilla vas a elegir, la azul, que te permitirá
permanecer en esa realidad artificial de la Matrix sin hacerse preguntas, o la
roja que te abrirá la posibilidad de descubrir la verdad del mundo y la
creencia de que otro mundo es posible?)
Esta costumbre de seguir al
Conejo Blanco, tiene sus raíces en las festividades anglosajonas, donde el Conejo
era un símbolo de fertilidad asociado a la diosa Easter. Además, es común
encontrar la imagen de este animal en diversos amuletos, siendo la más conocida,
“la pata de Conejo" un símbolo de buena suerte y fortuna. Buena suerte,
para todos, menos para el Conejo a quien se la quitaron.
Que yo recuerde, estos son los
16 Conejos más famosos del mundo, mundial.
1. El Conejo blanco de Alicia
en el País de las Maravillas.
2.
Peter Rabbit de Beatrix Potter.
3. Tambor, el Conejo de Bambi.
4. Bugs Bunny, el Conejo de la
suerte.
5.
Rabbit, el Conejo, de Winnie the Pooh
6. Skippy, el Conejito fan de
Robin Hood.
7. March Hare (La Liebre de
Marzo) de Alicia en el País de las Maravillas.
8. Roger Rabbit de la película
¿Quién engañó a Roger Rabbit?
9. El Conejo rosado full de
energía, de Duracell.
10. El Conejo de Pascua con sus
huevos de chocolate.
11. Quicky, el Conejo de
Nesquick.
12. Tío Conejo, el rival de
Tío Tigre del escritor Antonio Arráiz.
13. Oswald “the Lucky Rabbit”
creado por Natalya Semper para Walt Disney, el cual luego fue transformado en
un ratón, convirtiéndolo en Mickey Mouse.
14. El signo del Conejo, del
horóscopo chino.
15. El Conejo o más bien la
Liebre muerta, a la que Joseph Beuys abrazaba y le explicaba el arte
contemporáneo.
16. Sin dudas nuestro amigo, el
Sr. Conejo.
Es bueno acotar que el Conejo
blanco, vistiendo un chaleco, mirando repetidamente a su reloj colgado con una
cadena y murmurando que llega demasiado tarde a su destino, “Me voy, me voy, se
me ha hecho tarde hoy” que corre rápidamente escapándose, cuando Alicia lo
sigue hasta la madriguera que la lleva hasta el País de las Maravillas. Es una
estupenda historia de Lewis Carroll.
Yo hace muchísimos años que
dejé de comer la carne de los Conejos, (bueno tampoco me como a los pulpos,
pero eso es otra historia). Esto es debido a una especie de trauma o toma de
conciencia, pues cuando tenía 18 años, maté un Conejo blanco, al cual colgué de
las patas traseras y le di un golpe de Kárate en el cráneo fracturándoselo.
Entonces quedé traumatizado por el acto consumado, me sentí como un asesino, aprendí
mi lección y desde ese entonces no mato ni como Conejos, soy amigo de ellos.
Es importante hacer notar, que
el Sr. Conejo tiene vida y personalidad propia, no soy yo. Él me acompaña y me
cuida, es mi cómplice. Debo confesar que los paseos por la casa, del Señor
Conejo a media noche, me ponían lo pelos de punta. Estar dormido, sentir una
presencia y al abrir los ojos descubrir que estaba al lado de mi cama mirándome
fijamente, era algo que en verdad me perturbaba. Lo siento, pero a mi cuarto,
el Sr. Conejo, definitivamente no va a regresar.
Hay una historia bonita con el
Sr. Conejo y como se quiso venir conmigo
Era el Conejo de un mago
llamado “El Gran Henrry”, lo acompañaba en todos sus actos. Ese mago venezolano
al que yo veía de niño en la televisión. Un día, cuando iba pasando por el
bulevar de Sabana Grande en Caracas, casualmente (¿?), vi en una tienda de
magia a un Conejo gigante (mide dos metros de alto) que en seguida me cautivó
por la “buena energía” que desprendía. Me tomé una “selfie” con el Conejo y me
salí de la tienda. Caminé media cuadra y me paré en seco, pues me di cuenta que
tenía que llevarlo conmigo. Me regresé a comprarlo, pero no lo vendían, pues
era el Conejo del mago, su compañero de magia durante muchos años y no estaba a
la venta, ya que era un atractivo para la tienda. Entonces, me reuní con el
mago y le expliqué todo lo que quería hacer con el Conejo, hablamos y hablamos
y hablamos. Le dije que me acompañaría en mis exposiciones en las galerías y
museos, que viajaría conmigo por toda Venezuela y también por el extranjero. Entonces,
el “Mago Henry” le dijo a su ayudante, que me lo vendiera. Supo que conmigo
seguiría viviendo y se dio cuenta que apenas él muriera, iba el Conejo, a
terminar metido en una caja, en un depósito y se quedaría ahí olvidado para
siempre. Desde ese entonces, el Señor Conejo me acompaña como un proceso
creativo en sí mismo. Cobró vida y ahora es mi pana, vive aquí en mi casa,
ahora es una obra de arte y anda a media noche caminando por ahí, montado en
una motocicleta, de jinete en un caballo, surfeando las olas, trepándose a una
escalera de bomberos, paseando en el metro, caminando por el bosque de
Chapultepec, subiendo y bajando las escaleras del edificio, poniéndose guantes
de boxeo o seduciendo conejitas. Ese Conejo es mi amigo, es mi Alter Ego. Ahí
está, en este momento, sentado en el sofá de la sala, mientras escribo esta
historia, me mira atento de reojo, se toma una cerveza Heineken directo de la
lata y murmura algo entre dientes, algo que no descifro.